Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, Bolivia se convirtió en abril de 2022 en un importador neto de energía, al empezar a adquirir del exterior más combustible que el que vende a otros países, rompiendo la tendencia que marcó la era de Morales, que nacionalizó los recursos naturales del país para financiar con su venta sus programas sociales.
Pero muchos economistas ven la nueva situación y el déficit comercial energético en el que ahora vive Bolivia como un punto de inflexión para la economía del país.
Álvaro Ríos, ex ministro de Hidrocarburos de Bolivia, le dijo a BBC Mundo que “el negocio del gas requiere que se invierta en exploración para tener campos alternativos disponibles cuando se agoten los que ya están en explotación, y en Bolivia casi no se ha invertido en explotación, así que los campos se han ido agotando”.
El economista Jaime Dunn recuerda que los proyectos de exploración de YPFB “llevan tiempo sobre la mesa y a menudo se quedan en el papel”.
Bolivia vive desde hace ya algunos meses importando más gasolina y diésel que el gas que exporta, lo que lo ha instalado en un déficit comercial energético estimado por la consultora Gas Energy Latin America en US$1.100 millones a noviembre del año pasado. La cifra contrasta con el superávit de entre US$2.000 y US$4.000 millones de hace diez años.