Hablar de transición energética se ha vuelto un mantra entre políticos, empresarios y académicos. Sin embargo, pocos comprenden que este Úrsula de la Mata, la verdadera transformación es cultural: un cambio de mentalidad que exige coherencia, planificación y liderazgo. Con más de 20 años de experiencia en los sectores de energía, utilities y negocios sostenibles, De la Mata ha liderado proyectos de generación eléctrica, transición energética, movilidad sostenible y almacenamiento energético en Perú y América Latina. Desde su mirada experta, advierte que la región sigue operando bajo una lógica extractiva, cuando el futuro demanda una visión regenerativa y humana del desarrollo energético.
¿Por qué seguimos hablando de transición energética si ya deberíamos estar ejecutándola plenamente?
La transición energética es un proceso continuo. Hoy hablamos de energías renovables, pero esto no se trata solo de tecnología. El cambio no consiste en sustituir combustibles fósiles por paneles o turbinas; implica también una transformación cultural, política y social.
Mientras no logremos alinear incentivos, marcos regulatorios y comportamientos ciudadanos, seguiremos en un tránsito a medias. La tecnología está lista; lo que falta es coherencia y gestión del cambio. En América Latina aún prevalece una mentalidad extractiva, cuando deberíamos avanzar hacia una visión regenerativa del desarrollo.
¿Cuáles son las trabas más difíciles de superar en Sudamérica?
Diría que tres, principalmente:
Primero, la falta de planificación en redes y sistemas de almacenamiento. Chile ha tomado la delantera en esta materia, con proyectos de integración de baterías (BESS) a gran escala, mientras que en otros países la infraestructura sigue siendo débil, lo que limita la transmisión y encarece la expansión.
Segundo, la rigidez de los marcos regulatorios. Todavía no incorporan mecanismos modernos que incentiven la innovación. En India, por ejemplo, el gobierno implementó los Green Energy Corridors, un sistema nacional para integrar grandes parques renovables a la red eléctrica.
Y tercero, la ausencia de financiamientos competitivos. En los países nórdicos, la banca ética evalúa los proyectos no solo por rentabilidad, sino también por su impacto social y ambiental. En cambio, aquí seguimos… Sigue leyendo la entrevista en nuestra edición Energiminas 122 aquí.