América Latina y el Caribe atraviesan un punto decisivo en su transición energética, luego de más de una década de avances impulsados a partir del Acuerdo de París. Así lo señaló Andrés Rebolledo, secretario general de la Organización Latinoamericana y Caribeña (OLACDE), quien destacó que la expansión de las energías renovables no convencionales ha demostrado ser una alternativa económicamente viable, además de ambientalmente sostenible.
Según Rebolledo, tecnologías como la solar y la eólica han permitido a la región avanzar hacia una matriz de generación eléctrica más limpia y resiliente frente al cambio climático. Sin embargo, advirtió que los logros alcanzados hasta ahora no garantizan la continuidad del proceso si no se abordan una serie de desafíos estructurales compartidos por varios países, entre ellos Chile, uno de los líderes regionales en descarbonización.
Uno de los principales problemas identificados es la insuficiencia de infraestructura de transmisión y almacenamiento energético. Rebolledo explicó que, pese al alto potencial de generación renovable en zonas como el desierto de Atacama o la Patagonia, la falta de redes eléctricas adecuadas ha provocado episodios de “vertimientos”, donde energía limpia no puede ser aprovechada por limitaciones en el transporte. Frente a este escenario, subrayó la urgencia de avanzar en soluciones como bancos de baterías, centrales hidroeléctricas reversibles y el desarrollo de la industria del hidrógeno verde.
El secretario general de la OLACDE también alertó sobre los desafíos asociados a la seguridad energética ante el aumento proyectado de la demanda. Factores como la expansión de los centros de datos, el crecimiento de la electromovilidad y las iniciativas para exportar hidrógeno verde ejercerán una mayor presión sobre los sistemas eléctricos de la región. En este contexto, Rebolledo planteó la necesidad de una planificación que considere fuentes de energía firme, complementarias a las renovables, sin comprometer los objetivos de descarbonización, así como la evaluación de tecnologías de bajas emisiones.
Otro de los puntos críticos señalados es el financiamiento. De acuerdo con Rebolledo, la transición energética requiere altas inversiones iniciales en innovación tecnológica, lo que obliga a los gobiernos a diseñar mecanismos que permitan cubrir esos costos sin trasladarlos directamente a los consumidores finales.
El secretario general sostuvo que la descarbonización debe abordarse como un desafío sistémico y no limitado únicamente a la generación eléctrica. En esa línea, destacó la importancia de una planificación basada en datos confiables, promovida por la OLACDE, para transformar la abundancia de recursos naturales de la región en bienestar social y seguridad energética de largo plazo. Según Rebolledo, la combinación de voluntad política, marcos regulatorios adecuados y capacidad financiera será determinante para consolidar el crecimiento de las energías renovables en las próximas décadas.