Uno de los objetivos de sostenibilidad más importantes de las empresas en los últimos años es la medición y reducción de la huella de carbono, es decir, de las emisiones de gases efecto invernadero que generan. El sector minero es uno de los más comprometidos con este enorme reto. Según Fanny Valencia, consejera técnica de SGS Perú, las empresas mineras se han enfocado principalmente en la gestión de las emisiones de alcance 1 y 2, que son aquellas en las que tienen mayor control.
En general, explicó, se pueden identificar tres tipos de emisiones. Las emisiones de Alcance 1 son las del proceso propio de la organización y donde se tiene un control operativo de la actividad. Por ejemplo, las emisiones que generan los camiones o excavadoras, el metano que se forma en el relleno sanitario ubicado dentro de la mina o el uso de explosivos. Las emisiones de Alcance 2, en tanto, son las que están relacionadas con el consumo de energía eléctrica comprada.
Las emisiones de Alcance 3 son las llamadas emisiones indirectas, y se generan tanto a lo largo de la cadena de suministro (upstream) como en el recorrido que sigue el producto después de la venta (downstream), así como en servicios indirectos (transporte de personal, viajes, entre otros).
“Muchas han reducido su consumo de energía, han implementado proyectos de eficiencia energética en las plantas concentradoras. En lo referente al transporte, están optando por vehículos con menores emisiones y optimizando el traslado de materiales entre diversos puntos. También han realizado proyectos de aforestación en las diversas zonas de influencia con una clara titularidad del beneficio ambiental entre todas las partes”, dijo Valencia.
En cuanto a las emisiones de alcance 3, la experta señaló que las mineras tienen dos retos principales. El primero es determinar los parámetros de la medición y el segundo es influir en que las empresas que se vinculan a sus operaciones – tanto en la cadena de suministro como posterior a la venta – reduzcan su huella de carbono.
“Para establecer parámetros a la medición, se debe primero realizar un análisis de significancia que incluya las actividades más relevantes para el core del negocio. El primer criterio es el de ‘magnitud’, por lo que se deben incluir los procesos más importantes y los proveedores más grandes en términos de emisiones de gases efecto invernadero, en especial los que cuenten con data que pueda incorporarse al análisis”, comentó.
Agregó que deben tomarse en cuenta también las exigencias regulatorias del país y el de los accionistas o inversionistas de las empresas. “Que exista alguna regulación y/o incentivo en el país que se enfoca en el impacto ambiental de un proceso específico revela la importancia de este. Lo mismo sucede con los principales requerimientos que en esta materia pueda tener la casa matriz de una empresa”, precisó.
La especialista dijo que si bien la empresa no tiene control de otros actores, “en las licitaciones de transporte, por ejemplo, se puede dar más puntaje a las empresas que utilicen combustibles menos emisores de gases efecto invernadero, es decir que generan una menor huella de carbono. En algunos casos, para la compra de bienes o la contratación de servicios, se pueden exigir certificados de materias primas o insumos que tengan menor huella”.
Otra alternativa, en lo que refiere a sedes corporativas, es promover internamente el home office, para evitar que los trabajadores se trasladen y utilicen vehículos motorizados. Del mismo modo, se puede promover la bicicleta como medio de transporte, entre otras medidas. “Los vehículos utilizados en el proceso de producción y el uso de transportes motorizados para el traslado de trabajadores son dos factores que incrementan las emisiones indirectas del Alcance 3 y en los que, por ende, las empresas deben centrarse”, finalizó.