Tengo 45 años, soy geólogo y padre de dos increíbles hijas. Mi carrera comenzó como una simple curiosidad, buscando trabajar en algo que me llevara a viajar por el Perú profundo, además de la añoranza por los viajes en carretera que hice de niño con mi padre. Ya son más de 20 años dedicados a las exploraciones mineras y todavía me sorprende cómo esta profesión terminó marcando mi vida, mis relaciones, mis sueños y mi manera de ver el mundo.
Ser geólogo de exploraciones no es solo un trabajo: es un camino que te elije, que te moldea y que te exige mirar la vida con profundidad. Es en el trabajo en exploraciones en que uno puede entender las diferencias entre las ciudades, los centros poblados y las comunidades. Pude ver la gran diferencia que hay en el acceso a información, comunicación y a necesidades básicas como educación y salud.
Cuando uno pasa tanto tiempo lejos de casa, caminando entre lagunas a cuatro mil metros de altura, afloramientos y cerros interminables, frente a nevados que cortan la respiración o atravesando selvas rebeldes, uno termina descubriendo partes de sí mismo que no sabía que existían. He tenido la suerte —y a veces el desafío— de trabajar en Perú, Colombia y Argentina, cada uno con paisajes, culturas y… Puedes seguir leyendo este testimonio por el Día del Minero aquí en este enlace.