La pobreza involucra la calidad de vida en su conjunto y la energía cumple un papel fundamental para vincular el crecimiento económico, la igualdad social y el desarrollo inclusivo. Por ello en la Agenda 2030 contempla el ODS 7-Energía Asequible y No Contaminante, que busca garantizar energía barata, fiable, sostenible y moderna para todos. Lo cual implica tener acceso, entre otros, a la preparación de alimentos.
Este tema se torna relevante dado que aproximadamente 2,4 mil millones de personas en el mundo usan combustibles contaminantes para cocinar, como querosene, carbón y biomasa (leña, estiércol animal y residuos agrícolas).
Los hogares que se encuentran en pobreza energética se ven afectados por el excesivo tiempo que deben dedicar para la cocción de los alimentos, incluyendo la recolección de material usado como combustible y la limpieza de la cocina. Esta situación agudiza la desigualdad de género, dado que son las mujeres las principales responsables de realizar estas labores.
Pero lo más crítico es que el uso de este tipo de combustibles trae como consecuencia impactos en la salud de los miembros de la familia. Las enfermedades más recurrentes son la neumonía, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, el cáncer de pulmón, entre otras. De acuerdo con… Puede seguir leyendo esta columna de opinión aquí.