El CEO la minera peruana que cotiza en la Bolsa de Valores de Nueva York cree que es momento de “repensar” el concepto de la regionalización
Víctor Góbitz Colchado es el director gerente de la mítica Compañía de Minas Buenaventura. Es el CEO de esta empresa minera que tiene todos sus activos en el Perú. Todo su portafolio, para ser una compañía que cotiza en la Bolsa de Valores de Nueva York, está aquí. En otras palabras, pudiendo apostar por otras geografías, otros horizontes y latitudes, siempre ha optado por hacerlo en su territorio de origen. Buenaventura, como toda empresa, es un negocio. El suyo es el de los metales industriales y preciosos, los elementos con los que la humanidad produce bienestar mundial (y también conflictos por ellos). Debottlenecking se denomina el programa de mejora de la competitividad en cuatro unidades mineras (por ahora) de la empresa. Al respecto, Víctor Góbitz dijo a los inversionistas que este programa incrementa la “eficiencia” en sus operaciones Tambomayo, Uchucchacua, El Brocal y Orcopampa. En estos cambios, confesó el ejecutivo en noviembre del 2017 a BNamericas, que la empresa invertiría US$100 millones en tres años, hasta el 2020. Solo en este año, a junio, lleva invertidos unos US$16 millones, principalmente en Orcopampa y Tambomayo.
Salta a la vista que lo que Buenaventura busca con su programa de Debottlenecking son mayores márgenes de ganancia. Pero lo que anhela la empresa es más profundo, y la pista la podemos encontrar en las recientes declaraciones del CEO de la organización a los bancos de inversión. Buenaventura ha emprendido la tarea de mejorar su rentabilidad basada en la reducción de costos y en el aumento de la calidad de sus activos mineros y basa el análisis de la calidad de sus activos en cuadrantes. Los que se ubican en el primer cuadrante son altamente rentables (con ebitdas por encima de los US$100 millones anuales) y duraderos (una vida útil mayor a una década). Las operaciones Cerro Verde, Uchucchacua y El Brocal están en el primer cuadrante. Esto ya es conocido. Ahora en este diálogo, Víctor Góbitz toma asiento y habla de la minería en general, de los conflictos sociales, de política, de la transición al cobre de Yanacocha y de la posibilidad de automatización en Buenaventura.
¿Somos una democracia o una anarquía?
Somos una democracia, pero nuestro sistema político es poco maduro, esa es la palabra, y nuestros partidos políticos no tienen alcance nacional. Sus tamaños, tanto los del Congreso como los del Ejecutivo, son escasos para las dimensiones que ha alcanzado el país. Entonces la región de Arequipa, Moquegua, Piura, por nombrar algunas, en cada una de ellas hay un movimiento local que no tiene un plan alineado con el desarrollo a escala nacional. Eso revela inmadurez, repito.
Pero esta inmadurez tiene un impacto macroeconómico…
Claro, hay un impacto, pero recordemos que tenemos una economía muy diversificada. Sí, la minería es importante, pero dentro de ella misma diversificación en metales, empresas y regiones.
Lo que sucede lamentablemente en Arequipa es solo en el valle de Tambo. Hay otras operaciones que caminan… Quisiera ver la foto completa. Sin duda no estamos en los 80 de la hiperinflación y la opacidad del rumbo. La situación es muy distinta. Tenemos un país macroeconómicamente sólido, diversificado productivamente y también en la minería, que aporta el 12% del PBI. Entonces, debemos ver el vaso medio lleno.
¿En qué estamos fallando? Insisto en que tenemos organizaciones políticas que no han logrado tener alcance nacional y en las regiones existen movimientos políticos distintos. La regionalización, como concepto, debe ser repensada.
No se trata de un conflicto. Se reiteran los conflictos casi siempre por lo mismo…
La industria minera, se lo recuerdo, tiene una mirada de largo plazo. El país, mirado desde la distancia, está en una posición mejor que en décadas pasadas. Más que ponerle un título a la crisis, la industria del zinc, del mineral de hierro, del cobre, todas están funcionando. Pero tenemos organizaciones políticas débiles.
Hay personas que hacen política ya no hablando de lucha de clases, porque ese discurso ya no cala en un país que ha crecido tanto y en donde hay una clase media más boyante; entonces el discurso ahora es el ambientalista, y lamentablemente hay buenos y malos. No estoy diciendo ni por error que todo ambientalista sea malo pero usan este argumento y generan estas falaces disyuntivas entre minería y agro, y a las personas las llevan a una posición de conflicto.
Hay un movimiento político que no tiene un discurso político per se, ni propuesta política de gobierno. mas sí uno contra la inversión privada, basado en el concepto de medio ambiente. Los nombres los conocemos, muchos están en el Congreso, no voy a repetirlos, ya los conocemos.
Guillermo Shinno, quien aprobó el EIA de Tía María, el segundo, ha dicho tajantemente que el proyecto no tiene falencia técnica alguna. Se lo pregunto porque antes fue Newmont, hoy es Southern y mañana podría ser otra.
Sin duda, es un riesgo al que todos en la industria estamos expuestos.
Han hecho todo bien, han seguido los procedimientos y sin embargo el resultado es adverso. Eso debería por lo menos inquietar a toda la industria en general…
Sin duda, todos los que estamos en la industria estamos preocupados, consternados y apoyando en lo que nos corresponda a que el desarrollo de Tía maría se lleve a cabo. Si, es verdad, lo que le sucede hoy a Southern mañana nos puede pasar a todos. Pero nuevamente: ¿cuál es la raíz de todo esto? Y más importante aún: ¿cómo lo solucionamos? No hay magia que lo resuelva.
No se trata de esperar un superhombre, un superpresidente que se enfrenta a todos y encuentra la solución. Reitero que lo que nos falta es que las organizaciones políticas tengan alcance hasta la localidad más pequeña. Hay un líder en Puno, otro muy distinto en Moquegua y así, y cada uno tiene una agenda muy local.

«El líder político local, que postula y gana una elección, tiene su propia agenda», afirma el ejecutivo.
¿Está usted pidiendo una reforma política cuanto antes?
No, no, lo que tenemos que hacer es sentarnos a debatir; nos hemos enfrascado en una discusión entre el Ejecutivo y el Legislativo. Si intentamos analizar desapasionadamente los conflictos sociales más recientes -Conga, Santa Ana, Cañariaco en su momento y hoy Tía María-, germinan a nivel local y luego el Congreso y el Ejecutivo los desatienden. Creo que allí está el origen del problema. Creo que hay que hablar de una reforma política siempre y cuando esta incluya la raíz de los asuntos y no se atasque en las ramas.
Este es un conflicto socio ambiental y sin embargo hasta ahora no hay ningún comunicado sobre Tía María del Minam, que también ha aprobado este plan minero.
Sí, sí, claro. Hay allí un abandono de ciertos ministerios. Nuevamente, en los últimos años hemos tenido algunos ministerios con una clara vocación promercado e inversión (el de Energía y Minas, el de Economía y Finanzas), pero otros (Justicia, Ambiente) han jugado a repartir los puestos políticos, y eso no ayuda. Pero quiero volver al asunto de fondo: si quieres gestionar todo el territorio, tus brazos deben llegar hasta el último rincón y en el Perú se han quedado cortos. Eso se llama institucionalidad.
Raúl Jacob, de Southern, ha dicho que Tía María será como Camisea: la gente olvidará esto y recordará sus ventajas y beneficios. ¿Estamos perdiendo esa oportunidad?
Así es, yo también recuerdo ello. Creo que era el primer gobierno de Alan García y el gobernador de Cusco de ese entonces estructura un movimiento y termina siendo congresista. De allí mi insistencia en que hay un tema por resolver allí.Yo quisiera decir con respecto a Tía María que un proyecto de esta envergadura siempre tendrá un impacto público en servicios e infraestructuras públicas importantes, y por la falta de líderes con visión de desarrollo local y al mismo tiempo nacional, estamos perdiendo la oportunidad de cristalizar alrededor del proyecto una infraestructura hídrica.
El valle de Tambo, desde el punto de vista agrícola, tendría rendimientos mayores si tuviera una represa aguas arriba. Y ese era el proyecto original. Era una infraestructura para ambos, tanto para Southern como para el valle. Creo que la solución técnica del agua de mar es válida, más costosa, con menos impuestos a la renta que finalmente no dejará ninguna infraestructura para la zona.
La desalinización es una solución desintegrada del desarrollo local…
Así es, y esto sucede porque nos falta el diálogo, y porque el líder político local, que postula y gana una elección, tiene su propia agenda. Y a lo largo de los años hemos creado una suerte de incentivo perverso porque esa agenda antisistema termina por darle rédito político a esa persona. Recuerde que hay varios congresistas que están donde están porque empezaron en ese nivel, oponiéndose.

«Estamos estudiando una ampliación en El Brocal de 20,000 a 25,000 toneladas métricas por día», revela a lo largo de la entrevista.
¿La regionalización ha sido un error?
Como concepto, es positivo. Este es un país muy vasto y no puede estar centralizado. Lo que claramente tenemos que hacer es analizar la calidad de la gestión local y mejorarla, que usen de la manera correcta los recursos públicos y administren los fondos en beneficio de la población.
Hay un puñado de gobernadores que hoy quieren discutir una nueva Ley General de Minería. Pero el rol de ellos no es legislar, su papel es generar desarrollo en las localidades que gobiernan. Se señala a las mineras como culpables del atraso, pero es que generamos recursos, que llegan al Gobierno central, este a su vez los transfiere a los Gobiernos regionales y locales. Y si la gestión falla, la impresión es que todo está mal. Entonces regresamos a lo mismo y nos preguntamos dónde está el problema.
¿No es corrupción?
Claro, pero la corrupción es un síntoma, una secuela de la inmadurez política y de debilidad institucional. Si no se refuerza la institucionalidad, seguirá habiendo generaciones y generaciones corruptas. Por supuesto que la corrupción es un problema que debemos atacar pero es la manifestación de un problema más profundo. Hay instituciones nacionales (Banco de la Nación, Sunat, BCR, MEF con planes quinquenales, e Indecopi) que crecen de forma ordenada pero observamos las regiones, y allí hay un problema serio. Pero quisiera ver el vaso medio lleno. He visto antes un país que se iba de control, y este no es el caso.
¿Y desde el punto de vista mundial, de la presión al precio de los metales por el conflicto entre EEUU y China?
Sin duda, este es un problema terrible. Somos un país cuya oferta de metales principalmente es cobre y lo segundo que producimos es oro. De alguna manera en esta tremenda incertidumbre mundial, con visos de recesión y con tasas de interés de los bonos a diez años son más baratos a los de dos años, lo que nos revela es que el mundo percibe que ingresaremos a un período de decrecimiento. Lo notamos en China, en EEUU y en Alemania.
Los precios de los metales descenderán y las mineras que ya operan serán muy restrictivas para pasar el invierno, y lo superarán porque tienen mucha experiencia en ello. Pero el Perú tiene una ventaja y es el oro, y el precio de este está yendo en sentido contrario: ante una crisis, el oro se convierte en un refugio. No se acaba el mundo.
¿De verdad se necesita una nueva Ley General de Minería?
Creo que no. Creo que es un error. Es nuevamente tratar de dar una respuesta ante la coyuntura. Justamente lo que se debe resolver es la regionalización. Por allí no está el asunto. La Ley General de Minería básicamente regula las concesiones mineras, y fuera de ella está el asunto ambiental, el social y el de tributos, que es común para todas las industrias, y no en la Ley General de Minería. ¿Qué me revela eso? Que no conocen la normativa minera, no conocen el sistema, es solo una frase. ¿Quieres discutir eso, las concesiones? Ustedes quieren discutir otra cosa y eso, tributos y leyes ambientales, no aparece en la Ley General de Minería.
Hablando de tributos, más del 40% para la industria minera, son altísimos con respecto a Canadá, a Australia y a Chile. ¿Cuándo nos sentaremos a hablar de competitividad?
Es competitividad, claro, pero lo que sucede es que hoy el país es atractivo, a pesar de esta carga tributaria, por otros criterios. Tenemos muy buenos yacimientos, y no hemos hecho nada para conseguir eso. Simplemente están acá, en nuestro territorio, y además nuestra matriz energética es tan buena y tiene costos menores.
Y a nivel de fuerza laboral, a igual productividad tenemos costos más competitivos. Empero, si los costos laborales siguen subiendo y la energía también, entonces perderemos competitividad; allí recién nos sentaremos a discutir qué hacer. Tenemos que pagar impuesto a la renta, regalías y en el tema laboral, este 8% de las utilidades es un número muy grande que no hay en otros países.
¿Le enfada despertarse y leer en su celular la cantidad de desinformación sobre los tributos de las mineras?
Sí, y ahora el gremio que nos agrupa (SNMPE) ha empezado una campaña en redes importante. Lo que sucede es que la industria minera en el Perú, como sector económico, es muy visible, a diferencia de los EE.UU. y Canadá, donde es también destacable pero equivalente a la automotriz, a la de servicios financieros, a la agroindustria, a la forestal.
Son pares allá, pero en nuestro país es muy visible y destacada su participación en la economía; hablas con el presidente del BCR, con el ministro de Economía, y ellos ven los números. ¡Ellos saben quién es el que paga la cuenta! Sí lo saben. No necesariamente el rico del barrio es el más querido. Hay un trabajo por hacer para que la población entienda la importancia de esta industria para el Perú.
Antes de estar en Buenaventura, estuvo en una junior. ¿Es un aspecto importante el de las exploraciones?
Están cayendo y cada vez se hace más difícil para las junior. Ya casi no hay posibilidad de levantar dinero y eso hace que la exploración minera se haya limitado a las empresas mineras que ya operan, y aunado a eso hemos creado todo un enredo en cuanto a licencias ambientales; los proyectos son cada vez más lentos y todo ello va contra la competitividad del sector.
Dijo en una entrevista que el nuevo proyecto minero que saldrá en Buenaventura dependerá del valor que agregue. ¿Ya lo saben?
No, pero tenemos varias opciones en el portafolio. Estamos trabajando un proyecto para expandir Uchucchacua con el yacimiento satélite Yumpaq. Las ventajas de expandir una operación es que se trata de un crecimiento de lo ya existente. Cuentas con la huella ambiental y ya has establecido una relación armoniosa con las comunidades. El riesgo social, pues, es menor y también el técnico, dado que ya conoces la operación. Y seguramente la inversión es marginal y el retorno, más veloz.
Además estamos estudiando una ampliación en El Brocal de 20,000 a 25,000 toneladas métricas por día. Y después, como proyectos de crecimiento, tenemos tres en distinto nivel de madurez: Yumpaq, San Gabriel, de oro con EIA aprobado y el acuerdo de compra de tierras con la comunidad pactado, pero nos preocupa un detalle técnico y este año terminamos de entenderlo y tenerlo definido. El tercer proyecto es Trapiche, de cobre y gran dimensión; aún estamos elaborando el EIA de Trapiche. Este proyecto lamentablemente vendrá detrás por la demora en los permisos.
También avanzamos con Río Seco, una planta que generará valor porque levantará las restricciones a yacimientos de cobre de nuestro portafolio. Río Seco lo estamos corriendo a nivel de piloto. Todos ellos generan valor; tienen diferente nivel de inversión y diversos retornos de la inyección de capital. De que ahora en la empresa estemos trabajando en la reestructuración de la deuda, que no es mucha; queremos llevarla a cinco o siete años para tener más holgura y poder eventualmente soportar la construcción de estos proyectos que te he mencionado.
Entiendo que también existía un debate: si utilizar el proceso de lixiviación o no en Trapiche.
Bueno, ya es una decisión tomada. La duda es en Trapiche. En la parte superior del depósito hay un cobre secundario y uno primario en la inferior. El cobre secundario se puede lixiviar y ese es el que estudiamos en estos momentos a fondo y, claro, al cabo de los años haremos la explotación. La inversión inicial la reduces y por tanto el riesgo financiero es menor, y ahora estudiamos a nivel de ingenieros cuáles son las mejores alturas y tiempos de los pads (pilas) y en paralelo estamos elaborando el EIA.
Desde Newmont han dicho que Yanacocha Sulfuros se iba a decidir en el 2020 pero ustedes en Buenaventura dan por sentado que se hará.
Desde el punto de vista geológico, Yanacocha Sulfuros es una realidad. Lo que sucede es que de aquí al año 2020 tenemos una disyuntiva: dos rutas tecnológicas que se pueden ejecutar. Obviamente una tiene más inversión y menor retorno, y otra tiene mucho menos inversión, más elevado el retorno pero en cada una de ellas aparecen riesgos de distinta magnitud. Es una discusión bastante profunda y técnica pero no sobre si el proyecto va o no; el debate interno es la elección de la ruta tecnológica. Ahora bien, Newmont tiene una disciplina de aprobaciones bien rigurosa, y se entiende: está en cinco continentes.
¿Qué sucede con Orcopampa? Usted ha dicho a los accionistas que a finales de este año volvería a activarse.
Así es. En Orcopampa hemos bajado el nivel de producción, centralizado operaciones, reducido el número de equipos y la fuerza laboral…
Unas 500 personas.
No, más, como 1,500 personas… Entonces lo que queremos lograr en el último tramo del año, con un tamaño de producción más chico, sería una mina que produciría 50,000 onzas anuales, ya no 180,000, y volvería a ser rentable. Parece un contrasentido pero es cierto: ganaremos eficiencia produciendo menos en Orcopampa. Tenemos que hacer eso para explorar y crecer de una forma ordenada. Ha sido una decisión muy difícil, la más difícil en este período.
¿Estuvo cerca de cerrar Orcopampa?
¿Cerrar? No, es un sistema bastante amplio, muy peculiar, de estructuras kilométricas pero no todo mineralizado con alta ley en ellas. Tiene cincuenta años de operaciones. Ha tenido muchas zonas de bonanza y hemos perdido el paso en encontrar la siguiente zona de bonanza. Pero, nuevamente, centralizando y llevándola a un tamaño de 40,000 a 50,000 onzas al año, manteniendo un ebitda positivo, con calma, vamos a encontrar la siguiente zona de bonanza en Orcopampa. Esa es la lógica.
¿Usted es el “desembotellador” de Buenaventura, señor Góbitz?
Es un nombre que le hemos puesto a todas las mejoras.
¿Cuándo se dieron cuenta que hacía falta hacer mejoras?
Mira, vengo de otras empresas con yacimientos menos bondadosos en las cuales tienes que ser eficiente y tienes que mirar al centavo.
¿Costó convencer al directorio de Buenaventura?
No, en general el directorio ha sido muy receptivo y positivo en la idea. Tenemos activos que van en crecimiento: Uchucchacua, El Brocal, Tambomayo y Yanacocha. Estamos muy activos en Cerro Verde y Coimolache. Creo que era necesaria esta mejora, afinar el portafolio. No se trata de producir más mineral sino de generar mayor rentabilidad y valor para los accionistas.
¿Yanacocha hará la transición al cobre sí o sí?
Bueno, sí. Nuevamente, tengo que guardar las formas. Desde mi punto de vista, no tengo duda alguna.
Permítame esta última pregunta: ¿qué papel juega la automatización en el futuro de Buenaventura?
Tenemos un área de innovación que ya está funcionando hace más de un año, pero antes contratamos una consultora que midiera los tiempos efectivos en tajos abiertos y minas subterráneas en nuestras operaciones. Hallaron una diferencia notable. En un tajo abierto tienes acceso, observas la operación, los cambios de guardia son más sencillos, y hemos determinado que en ellos logramos emplear, tanto las personas en el área operativa y los equipos, un promedio de 16 horas de las 24 que tiene el día, y podríamos llegar a las 18 horas.
Pero en las subterráneas el resultado es diferente. Hay un tiempo no productivo de traslado de la persona, en el disparo, el cambio de guardia. Eso hace que en promedio, en nuestras minas subterráneas, de las 24 horas, tenemos doce no productivas. De allí que le pongamos foco al asunto de la automatización.
Esperamos terminar el año con una inversión importante para lograr levantar la conectividad de las minas primero, entre las minas y la oficina de Lima, y entre cada unidad minera y minas subterráneas. Si no invertimos en conectividad, que es la primera ola, de nada servirá hablar de operar remotamente el equipo, de instalar sistemas de internet de las cosas o llegar a operar algún equipo de forma autónoma.
Ya el mundo ha ido hacia esto, y tendría un inmenso valor en nuestras minas subterráneas, pero la primera ola de este año es conectividad en Buenaventura. De modo que el foco en automatización en Buenaventura será en lo subterráneo.
Autor: Jean Pierre Fernandez (jpfernandez@prensagrupo.com)