
La tensa relación entre Irán y Estados Unidos que incluye amenazas de nuevas sanciones al país árabe, el desgaste e incierto futuro del gobierno venezolano que ha declinado su producción de crudo y la prolongada guerra en Siria han ocasionado que tras cuatro años, el barril de crudo Brent (el precio referente para Europa) llegara a los US$ 80.17 dólares.
Los países productores se frotaron las manos con la noticia, mientras que a los importadores el incremento les cayó como un golpe.
En Europa se han lanzado las alertas por el eventual incremento de los precios de los combustibles y de los pasajes en avión. En el primer caso, el efecto será inmediato mientras que las aerolíneas elevarán el costo de sus boletos cuando acaben sus reservas y deban reabastecerse.
En el Perú, que tiene una producción de crudo que no llega a los 49 mil barriles por día, el aumento de precio ha sido una buena noticia para los petroleros pero no constituye una señal que avizora un sostenido incremento o una meseta en el marcador.
Carlos Gonzales, analista en hidrocarburos, recuerda que la caída de precios iniciada hace más de cinco años tuvo un origen estructural, como fue el auge de la explotación de petróleo no convencional (shale oil) principalmente en Estados Unidos. A raíz de ese suceso, el cartel de países petroleros (OPEP) tomó drásticas medidas y acuerdos para reducir su producción para evitar un desplome peor del precio.
Con Donald Trump al frente de la Casa Blanca, comenta Gonzales, el impulso a la industria petrolera sigue activo y eso avizora un escenario donde los marcadores no podrán mantenerse en el nivel actual, salvo que estalle una nueva guerra.
Quienes deben estar atentos ante esta coyuntura son los reguladores, tanto el Osinergmin como el Indecopi, para evitar posibles casos de especulación y concertación de los precios de las gasolinas y el diésel entre los distribuidores y griferos.
Autor: Hafid Cokchi (hcokchi@prensagrupo.com)