
Este informe apareció en la edición de directorio del 2014 de la revista Energiminas. Desde entonces a esta parte, casi nada ha cambiado. Y es bueno recordarlo.
Por Jean Piere Fernández
En diciembre de este año [2014] vence el plazo para la implementación de la Ley N°29973, la Ley General de la Persona con Discapacidad, que obliga a reservar a las instituciones del Estado el cinco por ciento de los puestos de trabajo para personas con discapacidad y a las empresas privadas con más de 50 trabajadores, el tres por ciento como mínimo. Dicha ley, a pesar de haber sido promulgada hace ya más de un año, y haber sido calificada como «una de las principales acciones de inclusión social del actual lustro político» por un analista político influyente, aún no cuenta con un reglamento. En industrias como la minería, el petróleo y la generación de energía, denominadas por la legislación peruana como de alto riesgo, ¿es esta una buena ley?
Desde que fuera promulgada la ley, casi nada ha cambiado. Desde que fuera promulgada y aprobada por unanimidad en el Congreso, los principales organismos representantes del sector privado han mostrado su animaversión por dicha norma. Tanto la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (Confiep) como la Sociedad Nacional de Industrias (SIN), cada vez que la prensa les ha puesto el micrófono delante, han hecho los mismos reparos: a) es una intromisión a la libertad de contratación de las empresas, b) la cuota es muy alta y c) generará sobrecostos laborales. Luis Salazar, el presidente de la SIN, ha señalado que la 29973 obligará a las empresas privadas a «salir a buscar discapacitados»; Humberto Speziani, el ex presidente de la Confiep, que «el costo para evitar problemas sería contratar a personas con discapacidad y pagarles un salario, pero esa no es la idea porque no los ayuda». A esta forma de pensar se ha unido también la Asociación de Exportadores del Perú, con su presidente Eduardo Amorrortu. Con una nota de prensa y con el talento de un visionario nato comunicó lo que ya otros habían dicho meses ha: «Contratarlos, dejando de lado todos los requisitos de especialización y experiencia, es obligar a las empresas a asumir un sobrecosto que no todas podrán afrontar con éxito». Amorrortu pidió que la cuota sea menor pero no mencionó qué tanto. La Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía ha guardado silencio. Lo mismo ha hecho la Sociedad Peruana de Hidrocarburos: «La doctora Beatriz Merino no se pronunciará sobre el tema. Le sugiero consultar al Ministerio de Trabajo, quien tiene un registro de todos los contratos laborales o al Conadis», nos escribió la encargada de la oficina de Comunicaciones.
El panorama
¿Es realmente alta la cuota? El mecanismo legal que se basa en la aplicación de un porcentaje no es nuevo ni mucho menos. Existe en otros países e incluso es mayor al nuestro en alguno de ellos. En Italia, por ejemplo, se le pide al sector privado que reserve el siete por ciento de los puestos para las personas con discapacidad; en Francia se solicita el seis por ciento, explica Manuel Márquez Henríquez, abogado del área legal del Senati. En Argentina las empresas tienen que aprender a sobrevivir con el cuatro por ciento; con el cinco en Venezuela. En Ecuador el sistema es un poco distinto: una persona discapacitada por cada veinticinco sin limitaciones. En Perú, si nuestro mecanismo fuera semejante al de Ecuador, se pediría una por cada 33.3 empleados en una empresa privada. Así y todo, dice Márquez, no es sencillo establecer qué número de empleados con discapacidad necesita una empresa privada, dado que ello «podría ser tomado como una interferencia a la libertad de empresa o a la libertad de contratación».
La vertiginosa situación de las personas con discapacidad en el mundo está conectada con la pobreza, la educación, los servicios de salud y el empleo.
Para la Sociedad Peruana de Síndrome de Down, la 29973 es una ley que reconoce «los derechos ciudadanos de las personas con discapacidad». Y es también una forma de discriminación positiva pues combate los prejuicios con los que tienen aún que cargar. La discriminación positiva no excluye a los marginados; por el contrario, busca incluirlos. Y hacen bien pues nunca como ahora existieron tantas personas con discapacidad en el mundo. Mientras se anuncia que la humanidad llegó a la inverosímil cifra de siete mil millones de habitantes, las personas con discapacidad superan ya los mil millones, en comparación con los 650 millones que la OIT decía que había en el mundo en el 2007. En otras palabras, una de cada siete personas en el mundo sufre de alguna discapacidad, sea esta física, sea esta mental. La OMS dice que el espeluznante aumento es sencillo de explicar: la población mundial está envejeciendo y con la vejez llegan los achaques y con estos, los accidentes cardiovasculares, la depresión, la diabetes, el cáncer; el deterioro en general. A los nacidos con discapacidades se suman constantemente los que adquieren discapacidades. Solo en Latinoamérica se calcula que hay entre 140 y 180 millones de personas con alguna discapacidad. El Banco Mundial, institución en la que todo es estadístico o no es, ha calculado lo que pierde el mundo por excluir a las personas con discapacidad: el seis por ciento del PBI mundial.
La vertiginosa situación de las personas con discapacidad en el mundo está conectada con la pobreza, la educación, los servicios de salud y el empleo. El estudio de la OMS del 2011, el último que ha realizado la institución para demostrar la seriedad del tema, revela que las cosas van de mal en peor. Cuando a una persona sin discapacidades se le niega la atención en un centro de salud, tres personas con alguna discapacidad ya han recibido ese mismo mal trato. La mitad de las personas con discapacidad no pueden pagar por los servicios médicos. Con ingresos similares, las personas con discapacidad suelen ser más pobres que las completamente sanas. Entre los países miembros de la OCDE, la tasa de empleo de las personas sin discapacidades es de un setenta y cinco por ciento; la de las personas con alguna limitación apenas supera el cuarenta por ciento. Y el cuadro se agudiza con el sexo. Si un jefe debe elegir entre un hombre sin discapacidades y un ciego, lo más probable es que elija al primero. Y si debe escoger entre un ciego y una ciega, elegirá al que más testosterona tenga en sí. Asimismo, los niños que más abandonan la escuela no son los rebeldes ni los vagos. Son los niños discapacitados.
En el Perú, la Primera Encuesta Nacional Especializada sobre Discapacidad, realizada en el 2012, indica que 1.575.402 de peruanos presentan alguna discapacidad, y son las damas y no los caballeros la mayor cantidad de estos. De acuerdo con este mismo estudio, 129.796 son menores de quince años; 651.312 son mayores de quince y menores de sesenta y cinco. El resto, en edad de jubilación, suma exactamente 794.294. El instrumento de apoyo preferido por nuestros discapacitados es el bastón. Le sigue la silla de ruedas, los andadores, las muletas, el bastón canadiense, las prótesis, los soportes y las férulas en las piernas, audífonos, gestos, lectura de labios. En el Perú, el ciego que tiene perro guía es un hombre boyante; el parapléjico que cuenta con silla computarizada y cromada es un magnate. ¿Origen de la limitación? Vejez y enfermedad crónica, principalmente. Discapacidad por practicar deporte, por efectos colaterales de los medicamentos, violencia familiar y el consumo de alcohol, tabaco y drogas son inusuales. A la mitad de las listas se encuentran negligencia médica, accidente de tránsito, accidente laboral, accidente en el hogar y otros. Solo una décima parte de todos los discapacitados del país ha llegado a este mundo con la limitación, física o mental, bajo los brazos; los otros la han encontrado en el camino. Más o menos, las taras han sido distribuidas de este modo: en el Perú hay más amputados que ciegos, más ciegos que sordos, más sordos que fronterizos y más fronterizos que mudos. No obstante, esto no es muy exacto: unos cuantos pueden haber recibido todo el ramo de males sin haberlo solicitado. La vida es una caja de bombones y no sabes qué pastelito te tocará, dijo el ficticio y simple Forrest Gump.
El veintitrés por ciento de los peruanos con discapacidad nunca pasarían la prueba PISA pues jamás han asistido al colegio. Y los que sí, la mayor parte pierde el interés [ellos o sus padres] durante la primaria. Solo el once por ciento llega a la universidad o a alguna institución de educación superior, y cada vez son menos los que prosiguen los estudios. En el Perú solo hay 3150 personas con discapacidad con alguna maestría o doctorado. La población económicamente activa con alguna discapacidad es 316.092. La buena noticia es que casi el ochenta y ocho de este grupo está empleado. La mala, que más de la mitad ha tenido que usar su ingenio para «crearse» un trabajo, y así.
La 29973, con reglamento o sin él, ha sido ya aplicada por algunas empresas en el país. Las organizaciones que se suelen citar como ejemplos son Renzo Costa, en la que el doce por ciento de su fuerza laboral es sorda, o el Banco de Crédito, que ha incluido a ciegos como teleoperadores, o los mercados Wong, que opta por las personas con síndrome de Down dada su alta capacidad para ser siempre amable y positivo con los clientes, y poco a poco se han ido sumando otras empresas. Los ternos, camisas y corbatas Baronet son el producto del esfuerzo de diversas personas con alguna discapacidad, así como en el ensamblaje de las bicicletas Monark. Inclusión es también lo que ha intentado el casino Atlantic City, los Supermercados Plaza Vea, así como pequeñas empresas que muy bien podrían haberse hecho a un lado y sin embargo también han aplicado políticas de inclusión. Una de ellas es Delicias de Rolly y Vicky, una empresa que ama los chocolates, y bien lo sabe Augusto Baertl Montori, respetado empresario minero quien fuera jurado del I Premio Empresa Miraflorina Inclusiva 2011. También lo hace la cadena Burger King, Universal Textil, J&V Resguardo, Bimbo, Banco del Comercio y la Universidad Ricardo Palma y nadie ha escuchado ninguna queja. Tampoco han quebrado por contratar personas discapacitadas, sea dicho. «Siempre hay un sector de empresarios que le tiene miedo a lo desconocido y cree que las PCD [personas con discapacidad] son improductivas», escribió el tullido Javier Diez Canseco, quien fuera uno de los tres personajes que empollaron la ley. Los otros fueron Julio Wilfredo Guzmán, presidente del Consejo Nacional para la Integración de la Persona con Discapacidad (Conadis), y el director del diario El Comercio, Francisco Miró Quesada Rada.
De modo que si aceptamos la tesis que asegura que la vida es una carrera, hay unos que empiezan muy adelante, más allá de la línea de partida; otros, en cambio, tienen que esprintar desde muy atrás. Para igualar la competencia, para equilibrar las cosas en la medida de lo posible, la ONU recomienda la cuota de empleo, que es a su vez promovida por la OIT. Y esto es lo que diferencia al mundo de hoy del Esparta del ayer, que tenía como costumbre deshacerse de los neonatos que nacían con alguna malformación y cosas así. Los espartanos, fuertes, aguerridos y valientes, fueron también unos miserables.
¿Qué han hecho las personas con discapacidad para ganarse la reputación de improductivas, inferiores y hasta estúpidas? Nada, absolutamente nada. Es más, hay más pruebas de lo contrario. En el antiguo Egipto existió un enano llamado Seneb que desempeñó el cargo de «supervisor de tejido» durante los reinados de Keops y Dyedefra. Se sospecha que Julio César e Issac Newton sufrieron de epilepsia; Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico, tartamudo y cojo, llevó a otro nivel al antiguo imperio romano; el leproso Balduino IV, rey de Jerusalén, venció a las tropas de Saladino en 1177, en la batalla de Montgisard; se cree que el rey Jorge III sufrió de esquizofrenia, lo mismo que Juana La Loca; Beethoven escribió bella música sin poder oír ni una nota musical; también Francisco de Goya tuvo que acostumbrase al silencio eterno; al almirante Lord Nelson le faltaba un brazo, el derecho; Ray Charles, Stevie Wonder, José Feliciano y Andrea Bocelli tienen muchos fans pero nunca han visto el rostro de ninguno pues son ciegos; el presidente estadounidense Franklin Roosevelt gobernó su país y a su mujer Eleanor Roosevelt sin mover las caderas: había perdido la locomoción de la cintura para abajo. A la actriz Sarah Bernhardt le tuvieron que amputar la pierna. O era la pierna gangrenada o su vida. La artista mexicana Frida Kahlo también tuvo que resignar una extremidad inferior a los gusanos, aunque fue por causa de la poliomielitis y no por una caída, como en el caso de Bernhardt. El invidente Louis Braille hizo un poquito más fácil la vida a los ciegos del mundo con el método de lectura que inventó. El prolífico y muy inestable Vincent Van Gogh pintó más de ochocientos cuadros. El alba de su vida la pasó en un sanatorio francés. Muchos asocian su genio con su discapacidad mental. Abu ‘L’Ala Ahmad ibn ‘Abdallah al-Ma’arri ha sido uno de los grandes poetas árabes de todos los tiempos. A los cuatro años la viruela le privó de los colores. El argentino Jorge Luis Borges también tuvo que aprender a vivir con la invidencia. Se dice que solo reconocía el color amarillo. Borges se sentía muy cercano a John Milton, otro escritor ciego más. El suizo Albert Einstein también podría figurar en esta lista: sus biógrafos cada vez están más convencidos de que durante toda su vida fue un hombre enfermo. El diagnóstico más probable: síndrome de Asperger. Todo esto lo ha investigado Tom Shakespeare, autor del libro Disability right and wrongs (Discapacidad, aciertos y errores) y propietario de un blog en el que cuenta la historia de grandes personajes con discapacidad que han moldeado el mundo. En resumen, ¿de qué hablamos cuando hablamos de personas con discapacidad? «Esta preocupación es legítima porque las empresas privadas no son beneficencias, pero equivocada pues parte de un prejuicio general que hay en la sociedad respecto del potencial de las personas con discapacidad –que es lo que justifica esta ley– y de un desconocimiento de la contribución de este segmento de la sociedad para que las empresas tengan un mejor desempeño y ganen más dinero», escribió el mismo analista político citado al principio de este texto. «La discapacidad no debería ser un obstáculo para el éxito», escribió [¿dictó?] Stephen W. Hawkings, el físico con discapacidad más mediático de todos los tiempos. «Pero soy consciente de que he tenido mucha suerte, de muy diversos modos». ¿por qué no todos pueden tener esa misma suerte?
¿Actividad de alto riesgo?
Nancy Laos, la ministra de Trabajo y Promoción del Empleo, ha reconocido que «esta cuota no se está cumpliendo» y que «va a ser muy difícil poder cumplirla porque el mercado laboral de discapacitados no puede proveer personas con nivel de empleabilidad que van a requerir las empresas no solo del sector privado sino del sector público». Esta declaración la dio en octubre del 2013; meses antes, en enero de ese mismo año, la funcionaria no pensaba así. Frente a las cámaras de un canal de cable dijo que la ley podía ser mejorada. «Es una ley y hay que cumplirla», le comunicó a su entrevistador. Y agregó: «Tenemos que darle tiempo para ver cómo se hacen las precisiones y superar algunos problemas que puedan ocurrir». A más de un año de esta declaración, el reglamento aún no existe y las miles de personas con discapacidad en el Perú temen que todo permanezca igual.
Las empresas mineras, petroleras y de generación de energía que operan en nuestro país, más que otras, dicen tener un argumento muy fuerte a su favor para que la ley 29973 haga una excepción con ellas, o al menos sea menos dura [o más clara, dirían otros]. «Además, no olvide usted que nuestra actividad está catalogada como de alto riesgo», comunica un directivo de una gran empresa que pidió no ser identificado.
Las actividades de riesgo han sido señaladas en el Anexo 5 del Decreto Supremo N° 003-98-SA. La industria básica de metales no ferrosos, producción de petróleo crudo y gas natural, pesca, construcción, electricidad, fabricación de textiles, industria básica del hierro y el acero, la extracción de madera y el transporte aéreo; todas estas industrias, y muchas otras más, están obligadas, por su condición de actividades de riesgo, están obligadas, decía, a pagar el Seguro Complementario de Trabajo de Riesgo (SCTR), que es una «cobertura adicional en los casos de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales a los afiliados regulares de EsSalud», de acuerdo con la compañía de seguros La Positiva. ¿A esto se refería Humberto Speziani con sobrecostos? ¿Es un argumento de acero, uno tal que evitará que las empresas mineras, petroleras y de generación de electricidad, entre otras, no adopten la ley 29973?
Las actividades de la división de Recursos Humanos de Compañía de Minas Buenaventura están al mando de Carlos Gálvez. Es, pues, Gálvez el que debe leer a través del agua. «Nos encontramos en una disyuntiva», confiesa. «De un lado, debemos tomar todas las previsiones y realizar todos los exámenes médicos que nos permitan identificar que el personal que ingrese a nuestras operaciones está apto para circular por nuestras instalaciones, mientras que por otro lado recibimos mandatos de este tipo [ley 29973]». La objeción de Gálvez es matemática primordialmente. Dice que la empresa lidia en promedio con 14 mil trabajadores cada mes, entre directos e indirectos. Si Buenaventura aplicara hoy lo que la ley manda, tendría entre sus trabajadores a 420 personas con alguna discapacidad como mínimo, calificadas para el puesto o no.
En SN Power Perú la cifra no sería tan alta. Alejandro Ormeño, su gerente general, revela que en la empresa laboran 198 personas y ninguna de ellas tiene alguna discapacidad. «Tampoco tenemos una política de contratación de personas con discapacidad al momento», agrega. «Ante lo que exigirá la ley, nos tendremos que adaptar en la medida que sea aplicable a nuestra industria, ya que se discutió a nivel gremial y con el Gobierno que no se puede obligar a todas las empresas a contratar a personas con discapacidad, puesto que depende del tipo de actividad que la empresa realice».
William Rodríguez Arbi tiene otra visión de la situación. Abogado laboralista y miembro del área legal de Minera Casapalca, Rodríguez explica que en una mina se encuentra, primero, una mina tal cual, reconocida como zona de alta peligrosidad, y otras áreas de «diversos y determinados grados de riesgo» mas no extremadamente peligrosos. «En ese sentido, a primera vista», arguye, «no existiría un impedimento para que el trabajador discapacitado pueda realizar operaciones fuera de la zona de riesgo moderado y pase a realizar labores en actividades de control o administrativas, por ejemplo».
Para el presidente de Sociedad y Discapacidad, Alberto Vásquez, la razón por la que no solo las empresas sino también el Estado no reglamenta la ley es «la falta de voluntad política» pues el Gobierno «no está convencido de muchas de las obligaciones establecidas en la ley». Vásquez reconoce que la cuota afecta el derecho a la libertad de contratación pero afirma que «ningún derecho es absoluto (…) Se puede discutir su conveniencia, pero no su constitucionalidad». «No hay razón para no incluirlos en todos los sectores productivos», manifiesta Sonia Povis, abogada de la Asociación Pro Derechos Humanos. Según Luis Cabrera, funcionario del área de promoción del empleo del Conadis, en última instancia, quien va a definir si se aprueba o no el reglamento de la 29973 es el Consejo de Ministros. «En realidad estamos trabajando bien con el sector privado; hay apertura. Hemos trabajado con Repsol, hemos iniciado trabajos con Primax. Por supuesto, hemos estado más cerca de Repsol pues tiene toda una política, toda una experiencia española en el tema», añade.
Es verdad que en muchos casos la cuota no podrá ser cumplida. Para ciertas labores faltará mano de obra calificada. Para otras, CEO sin prejuicios, progresistas y probablemente más humanos y muy distintos de Peter Schiff. Peter Schiff, el presidente ejecutivo de Euro Pacific Capital, ha dejado sin palabras a todo Estados Unidos. En una entrevista para The Daily Show, le preguntaron a qué tipo de trabajador le pagaría muy poco— «Descríbame una persona cuyo trabajo valga dos dólares la hora»—. Schiff respondió: « ¿Sabe quién podría ser? Quizá alguien que es, mmm, usted sabe, ¿cuál es la palabra políticamente correcta? Mmm, usted sabe, para, mmm, usted la conoce, ¿retrasados mentales?».
Pero aquí la pregunta debe ser hecha: ¿es verdad que las personas con discapacidad no pueden ser contratadas para actividades de alto riesgo? Al parecer, en Chile, este concepto no es un limitante. A los siete años, a Luis Peralta le amputaron una pierna para detener el avance de un cáncer. Años después se hizo famoso por participar en el programa de televisión «Talento Chileno», y allí confesó, cuando le preguntaron cómo se mantenía con vida, que era operador de maquinaria pesada, que lo hacía con una sola pierna y que se le daba muy bien. El programa lo vio una noche Claudio Olguín, el gerente general de la División Ministro Hales, una de las tantas minas de la gigante Codelco. «La inclusión de Luis ha sido en forma responsable; los médicos evaluaron sus capacidades y determinaron que puede ser operador de un equipo como este», dijo el día en que Olguín presentó a Peralta como nuevo empleado de la empresa minera. A continuación Olguín señaló un camión minero, de esos cuyas llantas son más grandes que una casa. A Luis, por cierto, no le regalaron nada. Pasó por las mismas pruebas que una persona sin limitaciones debe pasar y resultó estar apto para el puesto. El día del anuncio de su contratación también asistió Francisco Balsebre, gerente de Mina de la División y amigo de Olguín. Balsedre se mandó con un discurso en el que dijo que el caso de Luis Peralta es una prueba de que personas con «capacidades diferentes» pueden ingresar al mercado laboral de la minería. Hablaba del chileno, por supuesto.
*Este texto apareció en el primer número del 2014 de la revista Energiminas.
Autor: Jean Pierre Fernandez (jpfernandez@prensagrupo.com)