¿Es posible que una comunidad minera genere ingresos sin necesitar los recursos de la extracción de minerales? Bear Creek está demostrando que sí y esa visión ha sido la clave para obtener la “licencia social” de su proyecto de plata
Por Hafid Cokchi
La canadiense Bear Creek obtuvo la luz verde para la construcción de la planta de procesos de su proyecto de plata Corani en los últimos días de junio. Actualmente realiza las obras preliminares y culmina los estudios de detalle de la operación minera que representa una inversión no menor a US$ 585 millones, según el Ministerio de Energía y Minas (Minem), y de la que espera obtener 13 millones de onzas de plata al año.
En abril pasado, Bear Creek consiguió la aprobación más compleja y deseada por las empresas mineras en estos días: la social. Los representantes de las comunidades de influencia directa al proyecto, Chacaconiza y Quelcaya, aprobaron por unanimidad la ejecución de Corani, después de haber sido informados sobre los impactos que generará en el entorno.
Conseguir la anuencia de los pueblos vecinos fue el fruto de un trabajo integral y paciente orientado a poner en valor y optimizar el uso de los recursos existentes en la zona, en la sierra de Puno, entre los 4800 y 5200 metros sobre el nivel del mar, para ir produciendo bienestar y negocios antes de que se pusiera la primera piedra del proyecto.
En la actualidad hay 108 proyectos, entre inventos, prototipos y pilotos, que son el resultado de la investigación y creatividad de los cuadros de Bear Creek y las comunidades cercanas. La constante en esos proyectos es la creatividad, el uso de la tecnología y la ciencia para sacar provecho de elementos tan diversos como el ichu, las botellas plásticas en desuso, un fruto de sabor amargo, y diversos insumos con los que obtienen, por ejemplo, aislantes térmicos para viviendas, filtros de agua capaces de retener el arsénico, una cerveza artesanal, bloqueadores de sol, en una larga lista de productos.
Andrés Franco Longhi, vicepresidente de Desarrollo Corporativo de Bear Creek, es el activo promotor de esa fábrica de emprendimientos basada en la sinergia constante entre la empresa y las comunidades. En el escritorio de Franco, se puede encontrar desde filtrantes de muña, hasta muestras de tierra traída de Corani con la que genera electricidad suficiente para prender un pequeño foco, así como sus cada vez más conocidas chompas y medias hechas con lana que contiene plata.
600 habitantes de la zona de influencia de Corani trabajan en las iniciativas impulsadas por la minera y el objetivo es consolidar empresas que puedan hacerse sostenibles en un plazo no muy largo. Ello sin contar el éxito logrado en la mejora de la salud y nutrición de la gente que vive en esos lares.
REMONTADA
Franco Longhi fue contratado por la minera canadiense en el 2011, el año en que estalló el conflicto contra el proyecto Santa Ana, también impulsado por Bear Creek en suelo puneño.
“La gente (de Chacaconiza) al comienzo no me trató bien, esa inicial reticencia, es por la forma tradicional de trabajo. Dar labores e incrementar sus ingresos es positivo, pero también se genera un desorden dentro en el normal desarrollo y el contexto cultural de las comunidades”, comenta Franco.
“Entonces se planteó un cambio en el proceso, enfocándolo a buscar alternativas de desarrollo sin pensar en ‘ganarse’ a la comunidad como punto fundamental, sino viéndola como un futuro vecino que necesita una sinergia para construir una buena vecindad”, agrega.
La primera tarea del equipo liderado por Franco fue identificar la cosmovisión e idiosincrasia de la gente de Chacaconiza y Quelcaya para así establecer una forma cómo entablar relaciones y sembrar proyectos de desarrollo con ellos.
¿Cuál fue su primer diagnóstico?
Lo primero que hicimos fue preguntarle ¿por qué preferían estar a 5000 metros sobre el nivel del mar, soportando el frío, la falta de oxígeno y sin tener un servicio de salud bueno? Identificamos tres motivos: se sentían respetados en la comunidad, no había racismo entre ellos y mantenían una actividad aprendida por sus ancestros, como es la crianza de alpacas y llamas.
“¿Para qué quiero una mina?”, me dijeron porque pensaban que el proyecto iba a llevar gente de fuera y a ellos no les interesaba el beneficio económico sino sentirse importantes y no ser discriminados.
¿Cómo procedieron?
Identificamos una serie de deficiencias que atender en el lugar, pero pensamos en los efectos de entregar ese beneficio como un “regalo”. La racionalidad dice que el ser humano busca el camino más corto y fácil, pero científicamente se ha demostrado que no es así. Cuando alguien consigue algo con su esfuerzo tiene una mayor satisfacción, pero si se lo regalan la persona no se siente satisfecha ni útil.
Tuvimos que instaurar un clima de confianza y la experiencia de errores pasados sirvió. Nos dimos cuenta que si se le da trabajo a todos se incrementa el nivel de ingresos, pero ese dinero se puede dirigir al alcoholismo y generar violencia familiar, deserción escolar y lo que piensas que es algo bueno termina siendo algo catastrófico. Vimos una serie de alternativas y posibilidades para integrarnos a la comunidad sin afectar su forma de vida. Así decidimos que ellos mismos sean los que expliquen el estudio de impacto ambiental de Corani porque son los que conocen mejor la zona. Les enseñamos (a un grupo de jóvenes) cuáles son los procesos mineros, cómo se realiza la flotación, qué químicos se usan.
¿Cuál es la visión que persigue la estrategia social para el proyecto Corani?
No queremos que (la gente de Chacanoniza y Quelcaya) trabajen en la mina porque cuando acabe la extracción se quedarían en el aire. Pero más importante, tienen recursos en su mundo que pueden potenciar para convertir una zona altamente pobre en un lugar muy rico sin necesidad de la minería
TRANSFORMACIÓN
“Para nosotros no existe la palabra antiminero. Sólo es gente que está en contra porque tuvo una mala experiencia o se ha convencido de que algo funciona mal o simplemente no quiere cambiar su status quo”, sostiene Franco Longhi.
En Chacaconiza y Quelcaya viven alrededor de 250 personas. El promedio de edad es de 35 años porque la mayoría de jóvenes emigra de la zona en cuanto pueden. Las cifras de salud en el 2011 eran de terror: el 100% de las personas tenían anemia, la mortalidad infantil llegada al 50% y la materna estaba en un 63%.
Hoy, siete años después, no hay muertes ni de niños ni de madres y los niveles de anemia se han reducido. Todo ello ha sido posible por la eficiencia de un ingenioso plan para nutrir mejor a la gente de la zona.
EL HIERRO Y LA FRUTA SECA
Andrés Franco es administrador de profesión pero su curiosidad y hambre de conocimiento lo llevó a estudiar física, matemática, química y ahora, con 49 años cumplidos, está aprendiendo los misterios de la neurociencia.
Su amplio y diverso conocimiento ha sido fundamental para crear y diseñar los 108 proyectos impulsados por Bear Creek y la gente de Corani. Una de las primeras iniciativas que promovió fue la mejora de la nutrición de los infantes.
“A 5000 metros (sobre el nivel del mar), la respiración es escasa, el oxígeno es más denso y su absorción es más difícil. Si una arteria no tiene suficiente oxígeno tu cerebro no funciona bien. Entonces, por más que haya un buen colegio y computadoras, no tendrás capacidad de aprender ni buena salud. Para absorber el oxígeno debe haber Fierro (Hierro), lo atrae como un imán”, explica, con elocuencia, Franco.
Bajo esa premisa, se determinó que los niños debían tomar Ferrosin y complementarlo con frutas secas. Así se disminuyeron los casos de pulmonía en los tiempos de friaje y se mejoró el rendimiento de los escolares.
Pero a 5,000 metros de altura las frutas comunes no crecen. Afortunadamente Corani está a 50 kilómetros de Madre de Dios de donde se contrata un camión para que lleve ese alimento. En la altura, explica Franco, la presión es menor y eso permite realizar la liofilización (proceso para el secado y mejor conservación de los alimentos con una sublimación óptima) que produce fruta seca de forma natural, la cual es repartida a los colegiales en el recreo.
ALPACAS MÁS PRODUCTIVAS
La crianza de alpacas y llamas es la principal actividad económica de Corani. La fibra que obtienen de ellas es vendida en las ciudades y la carne, cuando estos auquénidos son sacrificados, se intercambia (trueque) por alimentos que no crecen en la altura.
Cuando el equipo de Franco llegó a la zona descubrió que las llamas eran más resistentes que las alpacas y decidieron descubrir el por qué. La respuesta era la inmunoglobulina G que poseen las llamas, la cual les brinda mayor capacidad para afrontar distintos tipos de enfermedades. “A mi parecer, la inmunoglobulina tipo G dará mucho que hablar en la lucha contra el cáncer a futuro”, pronostica Franco.
Producto de una estrategia para mejorar la crianza de los auquénidos se logró que las alpacas se alimenten mejor, estén saludables y produzcan más fibra. Cuando Bear Creek llegó al lugar, se obtenía entre un kilo a kilo y medio de lana por la esquila de una alpaca. Y ahora se consiguen de dos a cinco kilos.
“Propuse realizar talleres de textilería para dar valor agregado a la lana, pero las autoridades de la comunidad me pidieron que no lo haga. Dijeron que había otras prioridades. Les dije que si las mujeres me lo pedían con una carta quitaba el programa. Los dirigentes no querían pero pude acomodarlo porque sabía que era lo mejor. Si hoy quito el programa de textilería habría protesta. Las mujeres hoy reciben 75 soles diarios trabajando la lana. Eso no logra sacarlas de la pobreza pero genera ingresos con el recurso local”, subraya Andrés Franco.
PRENDAS DE PLATA
El siguiente e innovador paso que se dio en Corani fue insertar plata, el metal que abunda en esas tierras, en el teñido de la lana con la que se producen peculiares chompas y medias.
“Con esta chompa nunca tendrás que usar desodorante y no hay el riesgo de que las heridas se infecten”, comenta Franco al encender un foco, colocándolo sobre la ropa. Las medias que se fabrican en Corani, agrega, son ideales para personas con diabetes porque elimina el riesgo de las temibles infecciones en los pies que muchas veces terminan en amputaciones.
De forma didáctica, Franco explica que la plata, al ser el mejor conductor de los metales, bombardea de electrones a las bacterias, destruyéndolas.
“Ahora planeo hacer ropa inteligente con pequeños sensores que me indiquen el ritmo del corazón. En el mundo se ha intentado esto pero el problema es la batería. En el caso nuestro, la batería (los electrones de la plata) está en la ropa”, sostiene Franco al mostrar unos cables de cobre que se convertirán en una correa especial que transmitirá de forma inalámbrica la energía, tal como lo señala el principio de la Bobina de Tesla. De esa forma se cerrará un circuito que enviará señales del ritmo cardiaco, la presión y otros indicadores a un reloj o un teléfono.
UN AMARGO FRUTO PARA UNA SABROSA CERVEZA
No se sabe cómo llegó la Ribes uva-crispa desde Europa hasta las alturas de Chacaconiza, pero es una las plantas que abunda a pesar de las inclementes condiciones climáticas. Y su fruto es el insumo principal de la cerveza artesanal Corani, que debe ser una de las pocas que se producen con agua obtenida del descongelamiento de un glaciar.
“Cuando probé el fruto (de la Ribes uva-crispa) me pareció amargo, pero pensé en utilizarlo como lúpulo para una cerveza. Empezamos hace cuatro años con la preparación de los maestros cerveceros y estamos tramitando las licencias para la venta masiva”, anota Franco.
FILTROS PARA EL ARSÉNICO
Llama la atención en la oficina de Franco una máquina que convierte las botellas descartables en hilos de plástico no muy delgados con los que producen, entre otras cosas, unos filtros especiales para limpiar el arsénico del agua, un metal indeseado pero abundante en numerosos ríos del altiplano.
Previamente, el filtro se baña con Histidina, un aminoácido que se obtiene de la Ribes uva-crispa el cual convierte al plástico, en palabras de Franco, en una “esponja molecular” que atrapa la mayoría de agentes semimetálicos como el arsénico, purificando en buena medida el agua de forma natural.
EL VERSÁTIL ICHU
Con el ichu, el pasto que abunda en Chacaconiza y Quelcaya, se han elaborado unos forros especiales que impiden que el calor salga de las viviendas. Se han construido cabinas para que la gente pueda hacer frente al frio pero la idea es implementar los paneles en todas las edificaciones. También se ha creado un bloqueador solar aprovechando el zinc que contiene el ichu.
ELECTRIFICACIÓN CON ENERGÍA DE LA TIERRA
Un curioso prototipo que nos muestra Franco es una suerte de cuatro pequeños envases con forma de pila que contienen tierra traída desde Corani. De esos recipientes salen cables que se conectan a un foco que se enciende gracias a la energía de los electrones de la plata.
“La tierra tiene una gran cantidad de electrones libres que automáticamente se activan con los metales y generan energía. Estoy construyendo (el proyecto de) un parque que se iluminará con la energía de la tierra”, adelanta Andrés Franco. Actualmente se está definiendo la ubicación y características del parque y la dimensión que tendrán las pilas de tierra que brindarán la energía para las luminarias.
STATUS DE CORANI
La ingeniería de detalle del proyecto Corani debe finiquitar en julio mientras se realizan las obras preliminares (que comprenden las vías de acceso, el campamento, una subestación eléctrica y una línea de transmisión) con una inversión de US$ 30 millones.
“El año que viene ojalá llegue la inversión más fuerte, depende de conseguir el financiamiento”, acota Franco quien señala que es “alta la posibilidad” de encargar al mismo responsable de dar los últimos detalles de la ingeniería, la construcción del proyecto.
¿Con qué frecuencia viaja a Corani?
Voy poco tiempo, pero los comuneros vienen casi una vez por semana no a pedir cosas, sino para traer muestras de los recursos que tienen para ver qué provecho se puede obtener con ellos o qué actividades productivas se pueden realizar. Si preguntas a la gente de otras localidades te dirán que en Corani hay otra forma de ver el mundo y se han acostumbrado al estilo que tenemos.
¿Confía en que no surgirá algún desencuentro con las comunidades vecinas?
Sentimos que la gente entiende que el proyecto está funcionando, sentimos que nos defienden. Tal vez esto mañana cambie porque las relaciones sociales son especiales y no hay garantía de nada. Cada día es un sobresalto. Pero me llaman y me dicen que todo va bien. Cuando llegan contrarios a las actividades mineras no los reciben. Alguien les dijo que vamos a usar mercurio y los comuneros los corrigieron porque no es así. En el proceso de adquirir concentrados de Plata no se requiere ese elemento y ese conocimiento es fantástico.
¿Cuál ha sido el acompañamiento que les dio el Estado?
La época en la que mejor nos acompañaron fue entre el 2013 y 2014, cuando se colocaron en la zona con una mesa de desarrollo, fue un buen trabajo en equipo pero todo se desarticuló y hoy es muy limitado, Pero tenemos que trabajar con ellos (el Gobierno) porque solos no hacemos nada.
En estos últimos años ha habido una contracción seria en el respaldo del Gobierno a las zonas rurales. Hemos tenido que buscar alternativas para poder compensar esa desatención y (con los proyectos) ahora tienen ingresos y no tenemos malestar en la zona.
¿Cómo puede cambiar eso?
Con los resultados del censo se sabrá cuál es la población del distrito de Corani. Yo considero que hay 8000 personas pero la información vigente dice que son 3000. Si se confirma mi cálculo se podrá gestionar mejores y mayores obras ante el Estado.
Estoy convencido que este lugar se puede volver rico con los proyectos. Si el Gobierno entiende que no sólo hay que hacer política pensando en la economía y la educación, sino también en la ciencia y la tecnología aplicada a sectores pobres, se producirá el cambio. Mi sueño es generar un SiliconValley en el lugar e invitar a empresas de diversas opciones tecnológicas para que inviertan, no solo en los recursos naturales de la zona, sino en la capacidad de su gente que tiene un enorme potencial, considero que la verdadera riqueza del peruano está en su inteligencia, solo falta darle las herramientas. Nuestros campesinos lo demuestran cada instante.
Esta entrevista apareció en la revista Energiminas, en su edición número 64.
Autor: Hafid Cokchi (hcokchi@prensagrupo.com)