¿Es realmente Cáceres Llica el hombre más poderoso de Arequipa?

¿Es realmente Cáceres Llica el hombre más poderoso de Arequipa?

¿Quién dibuja la cancha en Arequipa? ¿Quién puede hacer que se abran todas las puertas y todos se pongan en bandeja con solo una llamada telefónica? ¿Quién tiene la sartén por el mango, parte la torta y corta el jamón?¿Dónde o con quién reside el poder?

Para contestar estas preguntas probablemente haya que ocuparse rápidamente del elefante rosado que estará sentado en medio de la sala en Perumin: Tía María. Un proyecto multimillonario paralizado por protestas y conflictividad social y entrampado en un diálogo de sordos (al menos hasta el cierre de esta edición). Mientras el polvo que ha levantado este proyecto no se asiente, será difícil trazar con certeza los intereses y el poder que se mueve detrás de cada uno de los actores que tienen que ver con el proyecto. Pero también con la región. 

Lo que sí es claro sí (y más tras reiterados arequipazos y moqueguazos) es que el centralismo limeño no es capaz de hacer que las cosas pasen a su real gusto y ganas en la macroregión sur. Aquí, la voz de Lima es un eco lejano apenas perceptible. Parece que tuviera voz, pero jamás voto. 

Coincidencias inesperadas

Le preguntamos a varios actores de la región, observadores y estudiosos de la realidad nacional: ¿Quién parte la torta en la Ciudad Blanca?.

Es raro que la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía concuerde con el ex viceministro de Gestión Ambiental José de Echave, hoy investigador de Cooperacción; así como también es inesperado que alguien como la especialista en políticas públicas María Cecilia Villegas -de derecha ella- coincida con todos ellos y también con el ex viceministro de Interculturalidad Iván Lanegra. O incluso con el gobernador regional, Élmer Cáceres Llica o el congresista Marco Arana.

Todos ellos piensan que el poder en Arequipa está tremendamente fragmentado y que no hay forma de identificar a un actor que tenga hegemonía sobre los demás. Es decir, no hay ningún gremio, colectivo, asociación, autoridad, personaje público o privado que represente intereses mayoritarios o que esté sostenido por ellos.

“Hace solo 30 años las cosas eran distintas. Este es un Perú diferente, aquí ya no hay respeto y la ley no se cumple ni se hace cumplir”, nos dijo el ex presidente de un poderoso gremio, quien pidió no ser mencionado. Aunque el sector minero es muy poderoso en Arequipa -esa es una buena razón por  la que Perumin se celebra aquí- ha quedado claro que aunque esté representado en la (llamémosla así) “Confiep arequipeña” tampoco puede hacer que “las cosas pasen”. Y sorprende porque la inmensa y multimillonaria minera Cerro Verde -por ejemplo- está a solo 20 minutos del centro y gestiona el servicio de agua potable de toda la ciudad. Una parte de Cerro Verde le pertenece al grupo Buenaventura y el presidente de este -Roque Benavides- se ha manifestado con mucho énfasis a favor de dar luz verde al proyecto Tía María… pero a título personal y sin ningún resultado favorable. Es como si lo que Benavides -varias veces presidente de Confiep- dijera en Lima no llegara hasta Arequipa. O no importara tanto. En efecto, eso no pasaba antes.

Ni siquiera Southern, con la llegada a todos los niveles de gobierno de todos los países en los que opera y principal interesada en llevar adelante el proyecto, ha podido mover a lo largo ya de tres gobiernos (o 13 años: García, Humala y PPK-Vizcarra) los hilos de la opinión pública en Arequipa.  Para demostración están los últimos sucesos. 

La Cámara de Comercio de Arequipa, que reúne a los antiguos industriales de la lana y del agro arequipeños, así como a poderosos transportistas y operadores turísticos -muchos de ellos hijos y nietos de inmigrantes de Puno-, pasando por los constructoras, bancos yAFP con intereses en las inversiones de la región, tampoco ha podido hacer que el proyecto despegue. 

Si el poder no lo tienen los privados y los generadores de la economía de la Ciudad Blanca, ¿entonces el poder residirá en las autoridades y representantes políticos? El controvertido gobernador regional, Élmer Cáceres Llica,  está siendo hoy acusado por su vicegobernador (con quien rompió palitos en plena campaña) de ser inoperante e ineficaz. Con todo eso, Cáceres se opuso a Tía María y en lo que se subía a la ola de protestas, que él no lidera ni organizó, llamó “traidor” al Presidente de la República, Martín Vizcarra. Y luego lo grabó subrepticiamente mientras que, supuestamente, le doblaba el brazo para que anule un permiso que el Gobierno ya le había concedido a Southern para desarrollar el proyecto. 

Pero con 70% de desaprobación, lo que Cáceres puede decidir sigue siendo poco. Muy poco. 

Cuando pasó a la segunda vuelta en las últimas elecciones regionales lo hizo con menos del 12%  del total de electores. Se convirtió en gobernador regional con menos del 40%, es decir que el 60% no votó por él y en segundo lugar quedó el voto blanco y nulo con 30%. Ninguno de los poderosos grupos económicos arequipeños apostaba por él. Si acaso, todo lo contrario, pues los cuestionamientos sobre sus relaciones, asociaciones, conducta y gestión no son ni nuevos ni provienen de un solo grupo.

Tía María se ha convertido en una enorme piedra en el zapato del presidente de la República, una que incluso le podría costar la presidencia. Es decir, el Perú corre el riesgo de mandar a su casa a otro presidente en menos de cinco años pero ni siquiera por eso Tía María “va”.

Varios políticos -como Llica y Marco Arana, líder y congresista del Frente Amplio- se han subido a una ola que viene desde mucho antes que ellos para intentar redituar de alguna manera de la protesta. Porque los verdaderos -y legítimos- opositores al proyecto son los mismos agricultores del Valle del Tambo, asustados porque Southern no tendría las mejores referencias y porque siempre hay alguno dispuesto a usar económica o políticamente las necesidades, temores y desconocimiento reales y legítimos de algún sector -más o menos- vulnerable de la ciudadanía.

Ni Cáceres Llica ni Arana hablan por la gente del Valle del Tambo, se tratan de colgar de la atención que ellos atraen. La provincia de Islay tiene sus propios voceros y representantes, como explica José de Echave y es con ellos con quienes se tiene que llegar a un acuerdo, no con Cáceres. El problema es que incluso allí el poder y la representatividad están fragmentados y los liderazgos divididos. Cada uno baila con su pañuelo y representa a su cuadra. ¿Cómo se negocia así?

La diversidad de los actores y de sus intereses es muy alta.

¿Entonces? ¿Quién es el gran jefe? Arequipa es el Perú como lo son todas las regiones y hoy por hoy no hay ni liderazgos ni poderes centralizados, claramente consolidados en ninguna parte (el pleito aburrido entre el Congreso y el Gobierno es un clarísimo ejemplo de esto) y la elección de Cáceres Llica es, de hecho, un síntoma de lo mismo. 

No hay un hegemón -como solía haber – porque los ciudadanos han dejado de creer en el Estado, en los gobiernos, en los políticos y en las empresas. Y cuando la gente deja de creer, el poder desaparece, pues en el fondo y en esencia, es como la democracia, una entelequia sostenida por narrativas que están sobre todo en la cabeza de las personas.Y cuando esas historias desaparecen, cuando la gente deja de creer en ellas, simplemente, desaparecen. 

“Nadie (ningún actor) se mete en lo de nadie si es que no le afecta directamente y eso es lo que está pasando en Arequipa”, sostiene Lanegra. Y eso se vio claramente en el informe que presentó el MEF al presidente del Congreso sobre cómo el paro y los disturbios por Tía María afectaban la actividad económica en la región. El consumo de energía eléctrica no se redujo significativamente y ese es un indicador de actividad económica muy sensible, preciso e importante pues se puede medir con una exactitud de horas.

Ni en Arequipa -ni en el resto del Perú- el poder está comprado ni es gestionado de forma monopólica, eso ya no existe, y hasta hace no demasiados años. Hoy lo detenta quien más esfuerzo pone en ejercerlo por algún interés o afectación directa o indirecta. Los actores que lo manejan intercambian roles y liderazgos dependiendo de las coyunturas y siempre será más fácil y barato bloquear una carretera que construir una, usando la analogía de que el poder es la capacidad de hacer que las cosas pasen.

¿Quién financió las campañas en Arequipa en pro y en contra del proyecto Tía María? ¿Quién o quiénes se benefician directa o indirectamente de que no haya proyecto de gran minería más allá de los oportunistas que se cuelgan del rédito político de corto plazo? Responder a estas preguntas no es difícil, lo difícil es publicarlas sin consecuencias.

El verdadero poder, es lacónico, sutil, de perfil bajo, pero inapelable. Como Don Vito Corleone en la boda de su hija: quien más habla es quien más necesita, él escucha y hace que las cosas pasen con solo mover el dedo índice. 

Quien ejerce el poder no siempre es el mismo que lo detenta y este último suele estar detrás de alguna cortina, mirando casi siempre desde lejos y en silencio porque sabe que cuando todos se hayan ido, él seguirá allí.