El Código “Huascaminas”

El Código “Huascaminas”

Las tradiciones son siempre importantes porque logran integrar grupos. Las tradiciones fortalecen, generan códigos, cifran mensajes, formulan símbolos: banderas, escudos, himnos, canciones. También construyen historias y pasados comunes; ceremonias que enaltecen la identidad: ritos propios de iniciación, de degradación o sacrificio. Todo esto ha sido muy detallado por la antropología.

Sin proponérselo, en 1976 un grupo de aspirantes a ingenieros de minas  siguieron al pie de la letra lo que dicta la teoría de sociedades y crearon una identidad: solo para sí, para los del grupo. Se trata de los Huascaminas, los que hasta hoy cumplen con todas las formalidades de la identidad social:  manejan  sus propios códigos, ceremonias de iniciación, identidad gráfica, himnos, símbolos, reuniones, una tosca mascota a la que llaman el Huasco y hasta probablemente grafemas que los demás mortales no podamos reconocer.

La historia, nunca antes escrita en un medio minero, da cuenta que un grupo muy pequeño de estudiantes de la sección de Ingeniería de Minas de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), fundaron lo que sería la cofradía y una de las redes profesionales más potentes del sector. Los Huascaminas se conocen, se ayudan, se pasan la voz, disfrutan de sus anécdotas estudiantiles -nuevamente la tradición del grupo- , comparten pasado, espacios, etc.  La construcción de la identidad está muy bien delimitada. Será por eso que siguen subsistiendo como tal.

Eduardo Quiroz, uno de los integrantes de este pequeño grupo “fundador”, recuerda que en la Semana de la Ingeniería de 1976, organizado por la Facultad de Ciencias e Ingeniería de la PUCP, se iba a desarrollar un campeonato y el grupo no se ponía de acuerdo respecto al nombre que le iban a dar al equipo que los representaría. Querían uno que los vinculara con la actividad minera, pero a la vez que no se sienta formal, que refleje lo que eran: pulpines universitarios con ganas de aprender pero también de divertirse.

La elección interna pasó de Picapedreros a Los Picapiedra, se entiende porque la minería es en esencia eso: punzar piedras para convertirlas en producción y riqueza. Quiroz, recuerda que propuso “Los huascas”, el término lo había escuchado a un mecánico quien alguna vez lo atendió con resaca y que justificó su estado indicándole que un día antes tuvo una celebración exagerada: “estoy huasca”, le dijo con una sonrisa avergonzada. Entonces, pensó que la sangre joven, que en tiempos de estudiante se toma licencias para apelar a momentos de bohemia, se identificaba con el adjetivo. Poco tiempo después Eduardo descubriría que el término huasca en quechua, hace referencia a la soga o a la acción de lazar, pero que la verborrea popular lo vinculó a la embriaguez.

«Su identidad es demasiado potente, porque además de haber cumplido con toda la teoría de la conformación de grupos son solidarios»

Los del grupo creían que estampar “Los Huasca” en el polo, era una despropósito en la intención de hacer chanza. Entonces quedaron con el nombre “Los Picapiedra”, que no sonaba nada gracioso, sino infantil y hasta ridículo, considerando el cartoon setentero.

“Raúl Benavides y  Antonio Samaniego se encargarían de estampar los polos y ellos en el taller textil o en camino hacia él, lo cambiaron, a buena hora, por Los Huascaminas”, indica Quiroz.

En el 2003, por el 75 aniversario de la PUCP, Mario Cedrón dio esta versión acerca del nacimiento del grupo, el cual no se aleja de la contada por Eduardo Quiroz: “Su creación se remonta al año 1978, cuando el ingeniero Antonio Samaniego, profesor de la Sección, y los entonces alumnos Raúl Benavides y Eduardo Quiroz inscribieron al equipo representativo de Minas a las Olimpiadas de la Facultad de Ciencias e Ingeniería con dicho nombre”.

No se logró mucho en el campeonato, pero sí definió un sello: un tatuaje imaginario para todo estudiante de la Sección de Ingeniería de Minas de la PUCP. Una identidad, un paraguas bajo el cual se distinguieron. Quiroz rescata que esto se fue consolidando con los viajes, en especial uno al que casi todos los alumnos de la especialidad tuvieron que ir: “Estuvimos cerca de 40 días en Recuay, ¿te puedes imaginar eso?, después de eso no hay forma de que no hubiéramos sido tan amigos”.  Pero un elemento adicional es que Los Huascaminas eran pocos.

“Solo algunos años antes el ingeniero Alberto Benavides de la Quintana había fundado la especialidad, en la primera promoción egresaron 2 personas, en la segunda 5, en la tercera, igual, 5. Éramos poquísimos y el propio Don Alberto nos daba clases y nos llevaba a cada rato a hacer trabajos de campo a la puna”.

La compenetración entre los estudiantes eran tan intensa que luego al egresar no perdieron contacto. Para asegurarse que esto no pasara, crearon un boletín con información de dónde estaba cada uno, o qué es lo que hacía. Igualmente, el boletín servía para desplegar las experiencias vividas por esta patota, collera o mini gremio informal.

Quiroz indica que el grupo nunca perdió contacto, pero más aún se generó una organización un poco extraña, sin autoridades, ni mandamases: Todos eran líderes, colaboradores y jefes, empezaron a reunirse dos veces por año, en un almuerzo o en la propia universidad.

La Asociación de Estudiantes de Ingeniería de Minas de la PUCP se creó sobre la base de la organización de los Huascaminas, formalizando la identidad ya creada. Hoy esta organización se encarga de los reencuentros de estudiantes y de los bautizos huascamineros:  una soterrada ceremonia de iniciación para los estudiantes de esta especialidad que tienen que poner a prueba la resistencia de sus hígados a un “megacasco de seguridad” repleta de cerveza o al látigo en posición de Túpac Amaru. Este castigo básicamente hace alusion a los castigos en mina subterranea que se dan a los «chamberos» cuando cometen una falta, la cual es conocida como “cuatreada”.

Más allá de eso, esta organización tiene un componente muy poderoso y es que se trata de una red profesional formada a lo largo de su existencia. Los Huascaminas se comunican constantemente. Lo hicieron primero con sus boletines impresos, luego a través de correos electrónicos y hoy usan un grupo WhatsApp exclusivo para aquellos que han salido de las aulas de la PUCP. Sus redes también las usan para informarse, conocer de oportunidades laborales, de información power vinculada a la industria minera o para saber quién es quién.

Eduardo Quiroz señala que la idea de crear un boletín era porque sencillamente por la naturaleza de la profesión muchos se iban a provincias y necesitaban mantenerse en contacto, entonces se les enviaban el boletín para integrarlos, poco después estar tarea sería más sencilla con el arribo del Internet y más aún con las redes sociales.

Su identidad es demasiado potente, porque además de haber cumplido con toda la teoría de la conformación de grupos que trascienden y perviven, dictada por la antropología, son, entre ellos,  solidarios con la información. Ingresar a su grupo de WhatsApp y en general a sus redes sociales es difícil, impenetrable, hay que nombrar el código PUCP y casi dar santo y contraseña. No solo eso, es probable que de lograrlo alguien reconozca al intruso. Pero les tenemos una noticia: Ya estamos adentro.