
Por Jean Piere Fernández
El científico Modesto Montoya nació en Salpo, La Libertad, en 1949 y es actualmente investigador del Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN). Llega al IPEN, en San Borja, a las ocho de la mañana y, apenas baja del auto, se coloca su sombrero en la mollera, que lo protege de la radiación solar, a la que Modesto ha estudiado y entiende. Montoya es un especialista en Física Nuclear, lo que quiere decir que ha estudiado el núcleo de los átomos. Sabe que el núcleo de uranio es inestable como una gota de agua y que por eso, cuando se le dispara un neutrón, se fisiona. Ha publicado más de un centenar de trabajos en su campo; la mayoría de sus investigaciones las ha realizado en Francia (en el Centre Nacional de Recherche Scientifique en el Institut de Physique Nucléaire d’Orsay y en el Commisariat à l’Energie Atomique) y Alemania (en el Gesellschaft für Schwerionenforschung y en el Kernforschungsanlage). Modesto Montoya, en esta conversación, explica por qué, a pesar de que en el mundo, luego de los incidentes de Three Miles Island, Chernobyl, Fukushima y muchos otros, hay más de 400 plantas nucleares en funcionamiento y otras tantas decenas en construcción, el Perú solo cuente con una central nuclear: la planta Oscar Miro Quesada De La Guerra, cuyo uso es solo para fines médicos y no energéticos.
¿Por qué el Perú no cuenta con plantas de energía nuclear que provean energía eléctrica? ¿Por qué hemos dejado de lado esta fuente de energía, que tan importante es para países como Francia o, sin ir muy lejos, como Brasil y Argentina?
Bueno, en gran parte, se explica esto por la cultura. La cultura es producto de la historia, de siglos inclusive, y eso es muy difícil de cambiar. ¿Cuál es nuestra cultura? En lo que respecta a la política, somos herederos de España. Tenemos la cabeza española…
Discúlpeme, pero España sí tiene plantas nucleares.
Sí, pero estoy hablando de la ciencia y la tecnología. Cuando dije que descendemos de la cultura española, no significa que seamos descendientes de la cultura española actual. España ha cambiado. Acuérdese que en los años ochenta, noventa, España se integró a Europa. El Perú, en cambio, se ha quedado con la idea de ser siempre un país minero.
Hace unos días vi un programa en canal cuatro. Una señora, realmente con pocos recursos, está siendo desalojada de su propiedad por la gran minera Yanacocha. ¿Has oído sobre eso?
Por supuesto, la familia Chaupe.
Ajá; el terreno les pertenece. Seguimos en ese proceso. Desde las minas de Potosí, en donde los españoles enviaban a la fuerza a los indios, en donde estos morían y los metales eran enviados a Europa… Todo es minería. Toda nuestra conversación es en torno a la minería. Y, claro, mientras menos se invierte en ciencia y tecnología, mejor porque la ganancia es más rápida. Es por eso que se invierte en lo rápido, en lo que da dinero más rápido. Por eso se invierte en estas plantas térmicas de petróleo, de carbón, con las que al año estás ganando dinero. Somos un país hidroeléctrico, en el sentido de que tenemos muchas caídas de agua pero incluso las plantas hidroeléctricas que construimos no son nuestras en el sentido de que son tecnología de fuera.
Con respecto a lo nuclear, una planta cuya fuente de energía sea la fisión nuclear toma alrededor de quince años en ser construida desde que se concibe la idea. Es a muy largo plazo.
Creo que también hay temor, pero en realidad no se habla de ello en el Perú.
Esa pregunta quería hacerle. ¿La mala reputación de la energía nuclear en el mundo es justificada a su modo de ver?
¡Para nada! Los países que dominan la tecnología, siempre terminan construyendo sus centrales. Los accidentes se dan en todas las tecnologías. Los aviones a cada rato desaparecen, y no por eso se han dejado de usar aviones, y mueren muchos más peruanos por accidentes de automóviles que por catástrofes aéreas, de lejos. No es el temor a las plantas nucleares sino que el empresario quiere ganancias lo antes posible. Ese es un motivo. Las empresas siempre buscan las ganancias y, en el caso del Perú, las ganancias inmediatas.
Otro motivo es que no hay confianza en el conocimiento científico de los peruanos. Las empresas que deciden construir algo muy tecnológico, tienen que asegurarse primero de que en ese lugar hay técnicos, obreros e ingenieros especializados. Si no los hubiera, ellos saben que van a tener que traer especialistas desde fuera, y esto te eleva el costo tremendamente. Un ingeniero nuclear vendrá al Perú, calculo, por 40 mil dólares mensuales. Los costos se disparan.
¿No será, quizá, don Modesto, que no tenemos una planta nuclear que nos provea de energía eléctrica porque hace falta también convicción política?
Bueno, los gobiernos están totalmente perdidos, yo no tomo en cuenta a los gobiernos. ¿Qué visión vas a tener? Alan García es abogado; el actual es militar y sus asesores científicos están perdidos.
Hace un par de años participé en una mesa redonda organizada por El Comercio. En esa reunión, un consejero del Gobierno actual, dijo: “¡Me opongo a la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y a la carrera de investigador!; puesto que no tenemos investigadores, ¿para qué queremos un ministerio?”. Ahorita está llorando para que le creen el ministerio. Se dio cuenta, tarde ya, que era necesario un ministerio de Ciencia y Tecnología cuando esta administración está por irse.
¿Es la empresa privada nuestra última esperanza para desarrollar tecnología en nuestro país?¿Eso quiere decir usted?
Claro, sí, sin duda. Por supuesto, el Gobierno tiene que hacer su parte. El Gobierno tiene que dar una educación de calidad, procurar formar técnicos, ingenieros de alto nivel y especializados. Eso atrae a las empresas privadas.
Hay una creencia que dice que la empresa privada invierte solo si hay paz y orden, y si se hacen cumplir las leyes, que también es necesario pero para nada es suficiente. Las empresas van donde hay gente con conocimiento. Por eso las inversiones en alta tecnología terminan en China, en Corea del Sur, Taiwán, Irán, Costa Rica pero nunca al Perú porque no hay una masa crítica de científicos.
¿Andaba sobre ruedas la industria de la energía nuclear luego de años de lo de Chernobyl y meses antes de lo de Fukushima?
Yo creo que hasta ahora. Las empresas privadas son las que comandan. En un país como Francia, la tecnología nuclear avanza. Por supuesto, en los países desarrollados entra a tallar la parte política con el ecologismo.
Eso me trae a colación la noticia de Angela Merkel diciendo que Alemania buscará el apagón nuclear en los próximos años mientras que Francia y Gran Bretaña se aferran más aún a la energía nuclear. Dos visiones distintas.
Yo lo recuerdo claramente. Ahora bien, eso me trae a la memoria una anécdota. En 1978, por ahí, era estudiante de doctorado y venía de Alemania en una furgoneta con dirección a Francia. Casi en la frontera, como a dos kilómetros de distancia, me preguntan algunas personas que me acompañaban en la furgoneta a qué me dedico. Les contesto que estudio física nuclear. Y entonces la furgoneta frenó y me obligaron a salir del vehículo. “Fuera”, me gritaron. Los alemanes no querían saber nada con la palabra nuclear. Tuve que caminar hasta la frontera.
En la frontera, la policía me pide los papeles. Examinaron mi pasaporte y luego detienen el automóvil más lujoso y le preguntan al señor que estaba al volante: “¿Quiere usted llevar a un físico nuclear a Paris?”. “¡Cómo no!”, respondió. Esto se lo cuento para que se dé cuenta de las diferentes percepciones con respecto a la energía nuclear del alemán y del francés.
Es irónico porque la fisión nuclear del uranio se descubrió en Alemania, con Otto Hahn y la invaluable ayuda de Lise Meitner, una judía que trabajó con él y que tuvo que huir de Alemania por el ascenso de Hitler.
Así es. Y bueno, como te decía, al día siguiente yo le pregunto a mis colegas a qué se debe eso, a qué se debe que el alemán me haya obligado a bajar del vehículo y a qué que el francés me haya llevado como si fuera una persona muy importante. Me explicaron que durante la Guerra Fría, a inicios de los cincuenta y mediados de los sesenta, se crea una tensión mundial entre la Rusia comunista y Estados Unidos. Se apuntaban mutuamente con cabezas nucleares: si tú disparas, yo disparo y todos desaparecemos. ¿Dónde crees que estaban las cabezas nucleares norteamericanas que apuntaban a Rusia? Alemania. Lo primero que Rusia destruiría era Alemania. Por esta razón, los alemanes sentían una especie de terror cada vez que se hablaba de energía nuclear. El fin de la humanidad empezada allí, en Alemania. Es por eso que surgieron los grupos verdes antinucleares, y como te dije la cultura es lo más difícil de cambiar. Siguen con eso. Son súperantinucleares.
Francia depende en un ochenta por ciento de la energía nuclear. Ellos la tienen clara. Cuando yo llegué a Francia, en 1975, durante la crisis del petróleo, veía las frases en los muros; la propaganda del gobierno era esta: “No tenemos petróleo, pero tenemos ideas”. O sea, tenían tecnología.
¿Usted preferiría un país que dependa de la energía nuclear o uno que dependa del petróleo?
¡No, el petróleo es atroz! El petróleo es veneno, esos gases que salen son cancerígenos inclusive. El calentamiento global es consecuencia de su uso. La cantidad de muertos por culpa del petróleo es abrumadora, al punto de que en Estados Unidos, cuando quieres poner una planta de petróleo, pagas un montón de dinero para los hospitales que hay que crear y que se van a ocupar de los enfermos producto de la inhalación de los gases tóxicos.
En 1951 se hizo la primera prueba experimental de una planta nuclear en Arco, Idaho, y se dijo en ese entonces que la energía nuclear en el futuro permitiría que las personas o pagaran muy poco por la electricidad, o no pagaran nada y fuera gratis. ¿Qué ha pasado con el mundo, don Modesto?
Claro, la tecnología en general apunta a eso, a que la gente viva mejor. Desafortunadamente, somos humanos y al parecer disfrutamos con la desigualdad. Los cerebros crean robots, y se supone que con los robots, los trabajos serán menos pesados. ¿Pero qué es lo que hacen los que controlan el poder? Bueno, como ya no necesito de este señor, entonces a la calle. La tecnología ha ocasionado que haya menos necesidad del ser humano. Tengo sesenta y seis años y he visto todos los últimos grandes cambios; han pasado a tal velocidad. Nací en La Libertad a 3.500 msnm. Recuerdo claramente cómo era la vida allí. Había mineros en grandes cantidades. Había arrieros. Con sus mulas, con sus caballos, traían al pueblo los productos desde la costa. De repente llega la tecnología. Los centenares de arrieros fueron reemplazados por un camión enorme, con un chofer y un ayudante. ¿Qué sucedió con los arrieros? Pues muchos de ellos se dedicaron a mendigar.
En la minería, usted lo habrá notado, se usan unos volquetes gigantes. Yo soy hijo de mineros y en alguna oportunidad he sido minerito. Sacábamos saquitos de mineral. Ahora todo es automatizado. La tecnología ha servido para botar a la gente a la calle. ¿Esto es necesariamente así? Pues no. Si bajan los costos, si se reduce la necesidad de mano de obra, hay que dar trabajo a los otros.
Ahora bien, la dependencia tecnológica también es muy perversa. Porque estos camiones que te he mencionado, esta automatización que hay en las minas, no necesariamente debe significar que muchos pierdan sus trabajos. Lo ideal sería que la gente que ya no participa extrayendo el mineral participe en la construcción de esas máquinas, como ocurre en los países desarrollados.
Cuando estuve por primera vez en Europa, quedé sorprendidísimo al ver una máquina que cosechaba trigo. Como soy curioso, pedí al señor que la operaba que me dejara ingresar a su máquina. Dentro había música, café. Aquí sería una oficina de lujo. La máquina separaba y empaquetaba el trigo. ¡Increíble! Una sola persona haciendo ese trabajo. De modo que le pregunté cómo era antes. “¡Ah!, bueno, aquí había antes cien campesinos”, me respondió. “¿Y ahora dónde está esa gente?”, pregunté. “Esa gente, o está en la universidad o bien trabajando haciendo estas máquinas”, replicó.
En otras palabras, no eran mendigos.
¡No eran mendigos! Pero como nosotros somos tecnológicamente dependientes, ¿qué es lo que hacen los gobiernos? Importan. Significa que estamos dando trabajo a los de allá y destinamos a nuestra gente a la mendicidad. Atroz. Esto, al parecer, los consejeros del Presidente, no lo comprenden.
Lo que se tiene que hacer es dar una ley pulpín para que los empresarios puedan ganar más porque los empresarios se quejan de que los derechos sociales son tan atroces que los ponen al borde de la quiebra. Con esa mentalidad, la energía nuclear está pues muy lejos. La innovación hace que tu producto sea más rentable, pero acá, en lugar de innovar, piden que la gente gane menos.
De modo que, en el fondo, con estos tipos de empresarios y estos gobernantes, puesto que usted me pregunta por la energía nuclear, ja…estos están en otra.
¿Por qué le tenemos cierto temor al uranio, a la radiación que proviene del uranio?
No hay ninguna base científica para ese temor. Podemos hablar una hora sobre eso. Lo que le quiero decir es lo siguiente: hemos hablado de la cultura. La televisión amarillista, los medios de comunicación. Todo tiene que ver. Ellos te meten cosas al cerebro, te introducen temores. Temores sin saber. Te colocan mitos en el cerebro. También te pueden meter fanatismos. Cuando Estados Unidos utilizó la Bomba en Hiroshima y Nagasaki, lo que hizo este país es mostrar al mundo entero lo horrendo que es la energía nuclear. La usaron para destruir.
Creo que eso es más responsabilidad de Truman que de los científicos.
Sí, sí, yo no culpo a los científicos. Yo culpo a los políticos. Los políticos mostraron el horror ¿para qué? Para decir “yo tengo esta arma y mira lo que te puede pasar si te metes conmigo”. Luego sucedió lo que se conoce como la disuasión nuclear. De una forma retorcida, la bomba atómica sirvió para mantener la paz, no por convicción sino por el temor de los otros. Tenemos mucho miedo…
Y con razón, creo yo, don Modesto, pues ellos podrían destruir el mundo en un instante.
¡Ah!, pero por supuesto. Bueno, el asunto es que le tenemos terror a la energía nuclear. Sin embargo, las muertes que hay por la guerra. Todo lo que han inventado, el gas mostaza, el napalm, las armas biológicas que se dice que ya están siendo usadas…Me aterrorizan más estas armas que la energía nuclear. Es posible que de un laboratorio biológico actual se escape un virus mortal, pero como no tiene la espectacularidad de una bomba atómica, no nos asombra cuando debería, como tampoco nos asombra que la gente muera por diabetes, cólera, la gripe común, obesidad… No somos lo bastante inteligentes para tener miedo de lo que verdaderamente debe dar miedo.
¿Por qué se dice que el torio podría reemplazar al uranio? China ya tiene un laboratorio en marcha investigando esto.
Sí, de lo que se trata, en este caso, es evitar que, como producto de los reactores nucleares, se obtenga el material para la bomba atómica. Eso es básicamente lo que se está buscando. Lo otro, que sea seguro, que no genere accidentes. De un reactor a uranio, sale el plutonio, y el plutonio es material para la bomba de fisión nuclear. El propio uranio también se usa en la bomba. Lo que se busca, pues, son reactores que no se conviertan en el paso intermedio entre tener y no tener una bomba atómica. Por esa razón se oponen a que Irán desarrolle su programa de energía nuclear.
¿Estamos cerca de conseguir que el torio reemplace al uranio?
Creo que en unos treinta años ya podría hablarse de eso. Yo, más bien, espero que para ese momento, la humanidad cuente con la fusión nuclear, que es lo que se está trabajando ahora. Bernard Bigot es el jefe del proyecto ITER, que busca la fusión nuclear. Bigot fue profesor de la UNI. Este campo, de repente, en treinta años, nos dará la energía con base en el hidrógeno. En la fusión nuclear están trabajando las potencias. ITER es un proyecto multinacional.
El 16 de julio de 1945, fecha en que se hizo estallar la primera bomba atómica, casi un mes antes de lanzarla sobre Japón, un tal Kenneth Bainbrigde, un físico de la Universidad de Harvard, que observó la explosión junto con Enrico Fermi, con Robert Oppenheimer, dijo: “Nos hemos convertido todos en unos hijos de puta”. ¿Usted hubiera dicho lo mismo si hubiera contemplado esa primera prueba?
No, no. Cuando se hace la prueba, al contrario, es apasionante ver que lo que se ha calculado, lo que los teóricos han hecho, ha funcionado. Los malditos son los políticos.
¿Podría usted hacer una bomba nuclear?
Una bomba de fisión podrían hacerla los estudiantes de último año de Física. ¿Qué es lo más difícil de la bomba? Obtener el uranio enriquecido, el U 235.
En los años noventa, cuando cayó la URSS, muchos científicos de este país viajaron a otros países con su maletita de uranio y plutonio, y los vendieron en el mercado negro. De esto me enteré porque estaba en Alemania por esas épocas y, de tanto en tanto, capturaban a alguno que pasaba la frontera con su maleta de uranio. Hacer una bomba atómica ya no es tecnología compleja, nunca lo fue en realidad.
Dicho sea de paso, los países que lograron construir sus bombas en los años cincuenta y antes de los sesenta fueron cinco: Estados Unidos, Rusia, China, Inglaterra y Francia. Ellos eran los pistoleros nucleares. Pero, como podrá usted imaginar, si en su barrio resulta que hay cinco pistoleros que lo amenazan siempre, llegará entonces el momento en que usted también querrá su pistola. Entonces, los cinco pistoleros sacan un tratado que dice lo siguiente: “Nosotros seguiremos con el derecho de tener nuestras pistolas e incluso podremos mejorarlas, hacer pistolas más bacanes, más precisas, y ustedes se comprometen a no tener pistolas o algo que se le parezca”. Perú ha firmado el tratado de no proliferación de bombas nucleares, de modo que nosotros, aunque quisiéramos hacer bombas, no podemos. El tratado, como se sabe, ha sido usado para intervenir países, como sucedió con Irak. Ahora se sabe que en Irak no hay bombas nucleares. Irak firmó el tratado de proliferación, entonces, cuando surgieron “rumores” inventados de que en Irak había bombas nucleares, invadieron este país. Sin embargo Israel y la India no han firmado el tratado. Fue mal negocio firmar el tratado finalmente.
¿Se desiste de construir plantas nucleares en nuestro país tal vez porque es un territorio muy sísmico?
Si ese fuera el caso, sería disuasivo para todo, para edificios, puentes… Lo que se tiene que hacer es construir los edificios antisísmicos. O sea, existe la tecnología para construir un reactor en una zona sísmica. Ahora, claro, se sabe, como lo que ocurrió en Fukushima, que los científicos no calcularon un tsunami de esa magnitud. No obstante, como todo el mundo sabe, la cantidad de muertos que hubo en Japón ha sido responsabilidad del tsunami mismo. Por culpa de la planta nuclear, creo que ha muerto uno, que, por heroísmo, ingresó a un lugar en donde había mucha radiación.
¿Qué ha cambiado luego de los Fukushima en el mundo con respecto a la energía nuclear?
No veo ningún cambio: se siguen construyendo reactores, los miedos son los mismos, los de siempre con respecto a la energía nuclear.
¿Y con respecto a lo que sabemos del átomo, de su núcleo, de Rutherford hasta hoy, hasta los quarks, los gluones, cuánto hemos avanzado? ¿Se sabe mucho o es mucho más misterioso que antes, mucho más desconcertante que antes?
¡Eso, eso, lo último que ha dicho! En los años ochenta decíamos que ya casi conocemos todo. Resulta que ahora solo sabemos que nada sabemos. Los experimentos muestran que, de lo que existe en el universo, solamente observamos el cinco por ciento. El resto es totalmente desconocido para nosotros, y si es totalmente desconocido, entonces es materia de investigación. Lo bueno es que ahora sabemos que no sabemos.
Esta entrevista apareció en la edición inicios del 2015 en la revista Energiminas.
Autor: Jean Pierre Fernandez (jpfernandez@prensagrupo.com)